miércoles, 28 de julio de 2010

Abocando la ingratitud

Pero el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que por medio de mí se llevara a cabo la predicación del mensaje y lo oyeran todos los paganos. Y fui librado de la boca del león.
2ª. Timoteo 4:17.

Lectura diaria: 2ª. Timoteo 4:7-18. Versículo del día: 2ª.Timoteo 4:17.

ENSEÑANZA

Al gran maestro y predicador Pablo de Tarso, le sucedió lo que a diario vemos. La mayoría de sus colaboradores e incluso discípulos lo abandonaron al verlo en la adversidad. ¡Qué tristeza! El apóstol, quizá el más grande, elocuente y diestro que se haya levantado en el cristianismo no pudo gozar de una vejez tranquila como se merecía porque la ingratitud de todos aquellos a quienes todo les ofreció, lo dejaron solo. Sin embargo, pudo decir con la paz de su corazón: “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, me he mantenido en la fe” (v. 7). El saberse mantener en la fe le permitió resistir no solo la soledad sino las cadenas de una cárcel con la certeza de que su hora había llegado, pues según la tradición nos informa, sería ejecutado por causa del Evangelio. Y Pablo al igual que Esteban siguió el ejemplo del Señor pronunciando: “que no les sea tomado en cuenta” (v. 16b). Su corazón no guarda resentimiento alguno, al revés es perdonador. Esta situación nos sirve de ejemplo para que no nos dejemos llevar por el desprecio y la difamación, especialmente cuando brota de otro cristiano porque también como lo decía este gran apóstol: “Por lo demás me espera la corona de justicia que el Señor, el juez justo, me otorgará en aquel día” (v. 8). El Juez justo, será el que en últimas dará el veredicto final y si hemos obrado correctamente no tenemos por qué temer. Nadie puede decir que la ingratitud no es triste, pero gracias a Dios tenemos en Jesucristo la fortaleza que siempre nos permitirá mirar hacia adelante, sabiendo que la recompensa estará en encontrarnos con Él en el cielo: “Oí una potente voz que provenía del trono y decía: ¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios.4 Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir” (Ap. 21:3-4). Las tristezas, el llanto, el lamento y el dolor ya no existirán, quedarán atrás y toda lágrima que llegase a brotar de nuestros ojos, el Señor mismo la enjugará. Esa es nuestra esperanza: la tuya, la mía y la de todos los que hemos creído en Él y esperamos su gloriosa venida. El único que no nos falla ni defrauda.

Un abrazo y bendiciones.

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