sábado, 17 de julio de 2010

Aprovecharse del desvalido

“El que escarnece al pobre afrenta a su Hacedor, pero no quedará sin castigo el que se alegra de la desgracia”.
Proverbios 17:5. (RVR)

Lectura diaria: Proverbios 17:1-28. Versículo del día: Proverbios 17:5.

ENSEÑANZA

Estoy en la ciudad de Arauca al otro lado de la geografía colombiana, visitando a mi viejo junto con mis hermanos. En sus épocas de gloria y riqueza en esta casa, situada en un conjunto a las afueras de la ciudad, todo era diferente. ¿Será que somos tan necios que no pensamos en que la juventud, el dinero y la fama se desvanecen de un momento a otro? ¡Qué tristeza! Ahora todo es ruina y, se puede decir, desolación. Al preguntar a las dos señoras jóvenes que por ratos vienen a acompañar a mi padre, incluso por las tomas y roscas de la luz, me dicen que aquí todo el que quiere entra y si no se llevan los objetos de la casa, van desvalijando lo que esté a su alcance. Esta casa que fue el orgullo de Rosario, la segunda esposa de mi padre, ahora a pesar de su bonita construcción dan ganas de llorar. Después de la muerte de Rosario (la mató la subversión), una señora matrona e imponente al igual que “doña Bárbara”, todo se fue desmoronando. Quedó mi padre en ese entonces con un niño de 14 años, Samuel Andrés. ¿Qué puede hacer un niño de esa edad, al lado de un hombre que pareciera más bien su bisabuelo? Antes lo admiro, ya tiene 21 años y le ha tocado una situación bien difícil. Trató de ir a estudiar a Venezuela pero los achaques de mi padre no se lo permitieron; entonces resolvió ponerle el pecho a lo que pudiera; pero mientras él trata de conseguir algún sustento, mi papá se encuentra cada día en peores condiciones. Sus últimos paseos son al hospital regional de la localidad. Resolví hacer mi devocional de hoy sobre lo que dice el sabio Salomón acerca de escarnecer al pobre, poniendo este ejemplo porque aquí por lo visto todo el que llega quiere aprovecharse de la situación. Samuel Andrés en sus sitios de trabajo y mi papá en el hospital y mientras tanto los demás aprovechando la fiesta. “Pero no quedará sin castigo el que se alegra de la desgracia”. A pesar de la tristeza que me embarga ver todas estas vicisitudes, estoy feliz de estar aquí. “¡Yo soy tu sangre mi viejo, soy tu silencio y tu tiempo!” ¡Te amo mi viejo! Ahora no importa el pasado, importa el presente.
Amado Dios: Pongo delante de ti la vida de mi papá. Humildemente te pido mi Dios que me permitas tenerlo más cerca y en otras condiciones, antes de que te lo lleves. En tu nombre Jesús, amén.

Un abrazo y bendiciones.

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