martes, 20 de julio de 2010

Nadie está libre de pecado

¿Quién puede afirmar: Tengo puro el corazón; estoy limpio de pecado?
Proverbios 20:9.


Lectura diaria. Proverbios 20:1-30. Versículo del día: Proverbios 20:9.

ENSEÑANZA

Hoy regresamos de Arauca. Anoche mis hermanos y yo sacamos un tiempo para orar y estoy convencida que el Espíritu Santo se movió en medio de nosotros. Después de la oración, mi hermano Germán quiso contar su testimonio sobre lo que fue para él la enfermedad y muerte de su hijo Andrés. Entre todo lo que dijo, abrió su corazón y nos confesó cómo estuvo amargado por tanto tiempo con toda la familia por no haber asistido al funeral de Andresito, pero que sin embargo, gracias a muchas personas que ha tenido a su alrededor ese sentimiento de ira y desprecio, ha ido desapareciendo. También confesó algo que me pareció muy importante: le dijo a mi padre cuánto resentimiento y rabia le había tenido por años, por haberse ido de nuestro lado cuando éramos pequeños. Al escuchar lo que mi hermano decía, propuse entonces que era necesario pedir perdón y perdonar, lo cual hicimos todos. Fue muy conmovedor cuando nuestro padre habló y nos pidió perdón a nosotros sus hijos; un momento muy emotivo, donde como hijos y personas adultas, también reconocimos nuestros errores y le respondimos a mi padre, precisamente lo que dice el verso del día: nadie puede afirmar que no ha pecado y que se encuentra libre de pecado. Bajo esta premisa Dios nos mostró que mi papá pudo haber pecado al dejar toda la responsabilidad en manos de mi madre, pero que no por eso nosotros éramos mejores que él. ¿Quién puede afirmar que está libre de pecado? Nadie, absolutamente nadie puede decir que su corazón está limpio; por eso es necesario que cada uno reconozca que Jesucristo vino precisamente porque no había un sólo justo. Él llevó sobre sus hombros y cuerpo, todo el peso de nuestras transgresiones, fue el puente que Dios proveyó al hombre para llegar a Él, y encontrar la salvación. Le doy infinitas gracias a Dios, por habernos permitido ir a visitar a nuestro padre y gozar en algo de su compañía; pero lo que más le agradezco, es haber encauzado y dirigido esa pequeña reunión para darle tranquilidad a mi padre. Sé que quedó libre de las cargas que llevaba dentro, en especial las tildadas por mi hermano Germán. Señor: Gracias por la restauración y liberación que permitiste entre mi padre y nosotros. Gracias porque si consideras que llegó la hora de llevártelo, irá con un corazón noble, arrepentido y restaurado con sus hijos. Mi Dios y Señor, te pido tengas misericordia de él; lo guardes, lo cubras y acompañes hasta el momento de trasladarlo más cerca. En tu nombre Jesús, amén.

Un abrazo y bendiciones.

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