miércoles, 3 de marzo de 2010

Como en tiempos de Moisés

Su pueblo recordó los tiempos pasados; los tiempos de Moisés: ¿Dónde está el que los guió a través del mar, como guía el pastor a su rebaño? ¿Dónde está el que puso su santo Espíritu entre ellos?

Isaías 63:11.

Lectura diaria: Isaías 63:7-19. Versículo del día: Isaías 63:11.

ENSEÑANZA

Viendo los tiempos que vivimos tan abrumadores; en unos sitios desastres naturales que terminan con la desesperación del hombre y sale a flote lo que ha almacenado en su corazón: violencia y destrucción; en otras partes como aquí en mi ciudad, Bogotá, donde tomando como excusa un paro de transporte los vándalos no se hacen esperar. Sea el motivo o causa, como desastre natural, reclamar derechos o el mismo deporte, se toma como base para robar, matar, destruir y así confundir aún más a la humanidad. A veces comparo esta sociedad con la nación egipcia donde el corazón del hombre está tan endurecido como el del faraón que no oye, ni ve, ni entiende. Nosotros como su pueblo que somos, recordamos ahora la misericordia que Dios tuvo con Israel y ahora decimos al igual que el profeta Isaías: “Mira bien desde el cielo; observa desde tu morada santa y gloriosa. ¿Dónde están tu celo y tu poder? ¡Se nos niega tu abundante compasión y ternura!” (Verso 15). Creo que esto era lo mismo que sentían los israelitas ante el maltrato y la esclavitud a que estaban sometidos por los egipcios. Sin embargo, Dios no se quedó quieto; extendió su mano prodigiosa y con gran poder los rescató y sacó hacia una nación donde fluía la leche y la miel. En mi mente llegan multitud de pensamientos y preguntas: ¿Será que tus tiempos ya se están cumpliendo? ¿Son estos sucesos las señales de las que habla Mateo en el capítulo 24? O será lo que dice Lucas en el capítulo 12:56: “¡Hipócritas! Ustedes saben interpretar la apariencia de la tierra y del cielo. ¿Cómo es que no saben interpretar el tiempo actual?” Se me ocurre entre mis pensamientos comparar que nosotros como tus hijos, tu nuevo pueblo, igualmente estamos esperando ir contigo a esa nueva patria: la Jerusalén celestial donde también abundarán la leche y la miel. Allí iremos a gozarnos y seducirnos ante tu hermosura; a comprar vino y leche sin pago alguno (Isaías 55:1). A disfrutar de la miel y deleitarnos ante la riqueza espiritual de tu Palabra que jamás pasará. A pesar de todo lo que siga sucediendo a nuestro alrededor, exclamaré como Isaías: “Pero tú eres nuestro Padre, aunque Abraham no nos conozca; ni nos reconozca Israel; tú Señor, eres nuestro Padre; ¡tu nombre ha sido siempre nuestro Redentor!” (Verso 16).

Un abrazo y bendiciones.

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