viernes, 5 de marzo de 2010

Una lección para tener en cuenta

Si no les hacen caso a Moisés y a los profetas, tampoco se
convencerán aunque alguien se levante de entre los muertos.

Lucas 16:31.

Lectura diaria: Lucas 16:19-31. Versículo del día: Lucas 16:31.

ENSEÑANZA

A través de la lectura, el Señor Jesús enseñaba a sus discípulos y a las multitudes con ejemplos claros, que les permitiera entender mejor el mensaje como en este caso, donde les refería la historia de un hombre rico y un mendigo llamado Lázaro que al morir ambos, el rico se fue al infierno y el mendigo se encontraba al lado de Abraham. Esto no quiere decir que todos los ricos se van a condenar; la lección del Señor es clara: el hombre rico nunca se apiadó del pobre mendigo. No supo para qué eran sus riquezas, solamente quiso darse gusto y derrochar todo su dinero en lujos ostentosos sin acordarse de los pobres. Al estar el rico en medio de tormentos, levantó sus ojos y vio a Lázaro con Abraham y ahí si se acordó de él: “Padre Abraham, ten compasión de mí y manda a Lázaro que moje la punta del dedo en agua y me refresque la lengua, porque estoy sufriendo mucho en este fuego” (verso 24). En vida ni siquiera le permitió a Lázaro coger las migas que caían de su mesa y ahora en el tormento, deseaba como mínimo un toque de agua en su lengua. En vista de que Abraham le dijo que esto era imposible hacerlo, le pidió que entonces dejara ir a Lázaro para que le contara a sus hermanos cómo era allá y éstos no fueran a sufrir igual al morir. ¿Cuántas veces actuamos neciamente como este rico? Ante tanta injusticia social y corrupción, siempre he pensado que el corazón del hombre está tan endurecido que ni siquiera se acuerda que hay un Dios eterno y justo que todo lo ve y lo analiza. Sin embargo el hombre anda desapercibido de sus deberes y aún entre los cristianos se ve la injusticia. En el reino de Dios unos estarán a su derecha y otros a su izquierda y les dirá a los de su derecha: “Vengan ustedes a quienes mi Padre ha bendecido; reciban su herencia, el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; fui forastero y me dieron alojamiento, necesité ropa y me vistieron; estuve enfermo y me atendieron; estuve en la cárcel y me visitaron” (Mateo 25:34-36). Al contestar ellos que cuándo lo hicieron, el Señor responderá: “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí” (Mateo 25:40). Al igual que el que hizo bien recibirá el gozo eterno, el malvado también tendrá su recompensa: irá al castigo eterno. La lección es bien clara: no dejar que el mundo nos vislumbre con sus lujos y la avaricia nos envuelva. Dios no está en contra de las riquezas; lo importante es saberlas administrar y darles el lugar que les corresponde en nuestra vida, porque si éstas llenan nuestro corazón quiere decir que las tenemos por encima de quien nos las proveyó y no podemos servir a los dos a la vez. Nuestro deber es impartir la Palabra de Dios, para que todos la conozcan aquí en la tierra y cambien su actitud hacia Dios y el prójimo. Para que cambien su tesoro terrenal por el celestial porque después de muertos ya no hay nada que valga, ni indulgencias, ni rezos ni cosa parecida; lo hecho, hecho está. Aprendamos también, a ser compasivos con nuestro prójimo para que lleguemos allí, donde están los del lado derecho.
Un abrazo y bendiciones.

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