lunes, 15 de marzo de 2010

Al abrigo del Señor

Esta es la oración al Dios de mi vida: que de día el Señor mande su amor, y de noche su canto me acompañe.

Salmo 42:8.

Lectura diaria: Salmo 42:1-11. Versículo del día: Salmo 42:8.

ENSEÑANZA

Si hay algún Salmo que me guste es éste. Lo aprendí hace muchos años en la versión Reina Valera, y cuando lo recordaba lo recitaba, simplemente porque me gozaba. Al pasar el tiempo, y encontrar en él similitud con mis aflicciones, pude entender aún más su profundidad, porque ya no era simplemente una declamación sino una vivencia cotidiana. Hoy, aunque tengo muchas cosas aún por las que preocuparme diré igual que el salmista: “¿Por qué voy a inquietarme? ¿Por qué me voy a angustiar? En Dios pondré mi esperanza y todavía lo alabaré. ¡Él es mi Salvador y mi Dios!” (Verso 5). Proverbios 15:33 dice: “El temor del Señor es corrección y sabiduría”. Dios disciplina a sus hijos al igual que un padre terrenal lo hace. No es fácil recibirla, de hecho muchas veces, por lo menos en mi caso, la he cuestionado. “Ciertamente, ninguna disciplina, en el momento de recibirla, parece agradable, sino más bien penosa; sin embargo, después produce una cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados en ella” (Hebreos 12:11). Considero haber sido bastante entrenada, por lo cual actualmente me someto simplemente a darle gracias y alabarlo, mientras espero su respuesta. Quizá muchos se preguntan pero, ¿por qué? ¿Dónde está su Dios? Creo tener la respuesta: me ama tanto que soy “la niña de sus ojos”, y quiere asegurarse de encontrarme irreprochable en su segundo regreso; me está preparando para su venida. Simplemente me está santificando, apartando para Él; su disciplina es la convicción que tengo de ser verdaderamente su hija. Por eso la oración al Dios de mi vida: su amor en el día y de noche su compañía, por encima de tristezas y amarguras o alegrías y sosiego.

Un abrazo y bendiciones.

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