viernes, 1 de octubre de 2021

Su amor incondicional vuelve a levantarme

No tengan miedo—dijo—. ¡Tengan ánimo! ¡Yo estoy aquí! 

Mateo 14:27. NTV.


Lectura: Mateo 14:22-33.  Versículo del día: Mateo 14:27.


MEDITACIÓN DIARIA


Mientras los discípulos estaban en la barca, el Señor Jesús se fue a orar. Ellos se encontraban en problemas porque había fuertes vientos que zarandeaban la barca. Sobre la madrugada se acercó a ellos caminando sobre el mar. Al verlo se asustaron porque pensaron que era un fantasma. El Señor les habla para animarlos y hacerles ver que era Él. ¡No había por qué alarmarse! Jesús, su Maestro y Señor estaba ahí. Pedro quizá un poco incrédulo para asegurarse que era en verdad el Señor, le pidió que lo llamase hacia Él. Al comienzo bajó tranquilo sobre el mar, pero muy pronto al sentir el viento fuerte tuvo miedo y comenzó a hundirse.

Resolví hacer mi devocional sobre este relato, porque a raíz de la enfermedad de mi hermano, mi hijito Dani ayer en la mañana me animó con el versículo del día. Esto me hizo reflexionar. Así es: nos pasa con frecuencia que cambiamos el poder del Señor y nos dejamos atemorizar por las dificultades que se nos atraviesan viendo fantasmas y nubes borrascosas donde no las hay. Vale la pena preguntarnos en esos momentos ¿a quién le creo? ¿Al Señor que tengo en mi vida o a los fantasmas que inundan mis pensamientos y me atemorizan?

Y veamos: Pedro para asegurarse que era el Señor, le hizo caso y salió de la barca a caminar sobre el agua, pero volvió a fallar con el viento fuerte y las olas. Exactamente nos sucede. Necesitamos nuevamente su mano poderosa y que nos hable: “Tienes tan poca fe—le dijo Jesús—. ¿Por qué dudaste de mí?” (v. 31). ¿Serán palabras también para ti, para mí?


¡Ay mi Señor! Yo no sé cuál será el desenlace con mi hermano, pero estoy convencida que él está en tus manos. Lo que Tú decidas lo acato porque Eres el Dios Poderoso que calmas vientos y tempestades, y si lo llamas hacia Ti, no podrá estar en mejores condiciones. ¡Aumenta mi fe Señor! No permitas que me deje hundir al perderte de vista. Gracias por estar siempre ahí, conociendo mi debilidad, listo a extenderme tu mano y volverme a levantar. ¡Gracias por tanto bien que a diario me ofreces! ¡Te amo mi Señor!


Un abrazo y bendiciones.

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