Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo.
Eclesiastés 3:1. NVI.
Lectura: Eclesiastés
3:1-8. Versículo del día: Eclesiastés
3:1.
MEDITACIÓN DIARIA
"Un tiempo para nacer, y
un tiempo para morir; un tiempo para llorar, y un tiempo para reír; un tiempo
para estar de luto, y un tiempo para saltar de gusto; 5 un tiempo para
abrazarse, y un tiempo para despedirse” (vv. 2, 4 y 5b). Ayer se compaginaron en
mi vida los versículos anteriores de la lectura. Enfrentarse a la muerte nos
hace reaccionar y entender, por un lado, que la vida es un regalo por lo que
debemos dar gracias en cada nuevo amanecer. Pero desde la perspectiva cristiana
el Evangelio del Señor Jesucristo, la muerte también es un regalo. Sin embargo,
nuestra carne pesa más que lo espiritual y al partir un ser querido lloramos
porque sentimos su ausencia; nuestro corazón se nos achica y pasa un luto
silencioso; entonces vale la pena recordar los bellos momentos a su lado y sonreír.
Hoy, también me llegó el momento de abrazarme y despedirme. De dar las gracias
a tantos que estuvieron a nuestro lado disipando un poco el dolor y la
tristeza. Me queda despedirme de ellos y solamente decirles con el corazón
gracias, muchas gracias. Dios permita nuevos reencuentros en circunstancias
diferentes. Gracias, infinitas gracias a mis primos Vanegas Galindo; Peña
Galindo; Galindo Moya; Pachón Miranda, Rojas Rincón. A mis grandes amigas
Alicita y Myriamcita. A la familia Sánchez por un lado y Ramírez por el otro. A
tanto otros que se acercaron hacia mí para abrazare pero que yo no recordaba; a
amigos de hace mucho tiempo de mi hermano que quisieron despedirlo. A las
muestras de afecto de familiares y amistades que por circunstancias diversas no
pudieron acompañarnos, pero sus palabras fueron muestras dicientes de cariño y
acompañamiento; a mis compañeras de Colegio, a mis amigos de la Iglesia en
Broward y a mis grandes amigas latinas de Environ incluyendo las de inglés. Llevo
en mi corazón a mis adorables sobrinos Margarita María, Héctor Samuel (Cholito
para todos nosotros), Teresita y Valentinita; siempre estarán conmigo.
Amado Señor y Dios:
despedir un ser querido no es fácil. Pero no me canso de darte las gracias por
el regalo maravilloso al permitir llegar a Colombia supuestamente para hacer
otras diligencias, pero Tú que lo sabes todo y te adelantas a mover las fichas
correspondientes, sabías perfectamente el propósito de mi venida. Esperábamos igualmente,
por dos años la cita de mi bello Luquitas en la Embajada de USA en Bogotá y
permitiste que la cita se diera en ese lapso solamente con el fin de tener a mi
lado a mi hijito, su bella esposa y mis adorables nietos. Todo lo moviste de una
manera magistral. Sabias de mi condición y me enviaste angelitos terrenales
para hacer de esos días tan difíciles, más llevadera mi vida y que se
apaciguara mi dolor. Gracias, muchas gracias bendito Señor y Dios. Gracias
porque a través de la muerte de mi Hecticor dejaste una huella de perdón y
reconciliación también. Permite el volver a reunirnos muy pronto recordando el
legado de unión que mi hermano siempre acarició. ¡Te amo buen Señor y Dios mío!
¡Tú siempre diriges mis pasos con sorpresas!
Un abrazo y bendiciones.
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