—¡Mujer, qué grande es tu fe! —contestó Jesús—. Que se cumpla lo que quieres.
Mateo 15:28. NTV.
Lectura: Mateo 15:21-28. Versículo del día: Mateo
15:28.
MEDITACIÓN DIARIA
Una mujer que no era del
pueblo de Israel sino cananea, o sea gentil, le ruega al Señor que sane a su
hija que es fuertemente atormentada por estar endemoniada. El Señor no le puso
al comienzo mucha atención e incluso llegó a decirle que Él había sido enviado para
ayudar a las ovejas perdidas de Israel. La mujer seguía insistiendo e incluso
se arrodilló y le suplicó. Al decirle Jesús que no estaba bien tomar la comida
de los hijos y dársela a los perros, con gran humildad la mujer le responde: “—Sí,
Señor; pero hasta los perros comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”
(v. 27). El Señor queda asombrado por su fe e inmediatamente le concede lo que
pide: su hija queda sana.
Esta mujer llama a Jesús
hijo de David sin ser judía; sabía perfectamente que Jesús era el ungido de
Israel predicho por los profetas. Su fe rompió todo obstáculo y el aparente
desprecio del Señor hacia ella poco le importó. Su fe iba más allá: era
verdaderamente una fe que mueve montañas. Creyó ciegamente en que Jesús era
quien decía ser y resolvió entregarle su hijita atormentada, al único que
podría ser capaz de sacarla del abismo en que se encontraba. Este encuentro de Jesús
y la mujer nos deja una gran lección. La fe no es creer por creer; es tener la
plena certeza y convencimiento de que lo que se sabe así es. Es depositar sin
traba alguna toda nuestra confianza en lo que estamos seguros que no cambia y por
ende así florecerá. ¿Será que nuestra fe nos alcanza para insistir, persistir y
no desistir? O quizá al primer tropiezo ¿tiramos la toalla y damos todo por
perdido? Hay que creer, confiar y continuar. El Señor nunca rechaza al humilde
y si algo vemos en la mujer de la lectura es una humildad genuina; una humildad
que conmovió a Jesús. Sigamos su ejemplo y perseveremos sin desmayar porque
fiel es quien se nos ha manifestado con su amor y perdón.
Bendito Señor
Jesús: todo tu Evangelio está escrito para que aprendamos cada día una lección
diferente. Estoy segura que lo sucedido con esta mujer fue precisamente para
demostrarnos tu misericordia a todo aquel que invoca tu Nombre y tiene el pleno
convencimiento que Eres el Hijo de Dios muerto y resucitado. Al que cree que
Eres el Salvador de la humanidad anunciado desde tiempos antiguos. Señor, enséñanos
a tener esa clase de fe y confianza en Ti. A estar plenamente convencidos que
Tú puedes trasformar tristeza en alegría, sanidad en la enfermedad y liberación
en las ataduras. Gracias, gracias bendito Hijo de David. ¡Te amamos buen Dios y
Señor!
Un abrazo y bendiciones.
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