Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.
Juan 21:17. RVR 1960.
Lectura: Juan 21:15-19. Versículo del día: Juan 21:17.
MEDITACIÓN DIARIA
Quiero compartir con
ustedes un testimonio muy mío de ayer con mi Señor. Estos últimos días
especialmente al salir a caminar y cuando me acuerdo, le estoy diciendo al
Señor: ‘Señor, sostenme fuertemente, no me dejes ni un momento. ¡Fortaléceme!
¡Tú sabes que te amo!
Ayer estaba viendo la
predicación de mi Iglesia online y el Pastor hizo alusión precisamente al
pasaje del Evangelio de Juan donde el Señor Jesús restituye a Pedro y tres veces
le pregunta lo mismo y exactamente no sé qué pasó en ese momento, pero sentí la
misma voz del Señor diciéndome: ‘Dora, ¿me amas? Yo rompí en llanto y solo
atiné a decir igual que Pedro: ‘Señor, Tú lo sabes todo; ¡Tú sabes que te amo!’.
No sabría decir la cantidad de pensamientos que llegaron como ráfagas a mi
mente porque igual que Pedro, tal vez, no una, ni dos, ni tres veces lo he
negado, sino muchas más. Cada vez que no cumplo su voluntad y me alejo de Él,
indiscutiblemente lo he negado. Y en ese preciso momento reconociendo la bondad,
la misericordia, el perdón y en especial el amor de mi Señor me llené de una
paz y un gozo que solamente Jesús puede dar. Mis lágrimas afloraron creo, más
de regocijo que de otra cosa. Esos instantes, esos momentos son irrepetibles.
Recuerdo algo exactamente parecido cuando me diagnosticaron el cáncer de seno y
también quebrantada sentí que el Señor me mandaba hacer mis devocionales.
De verdad, son momentos
únicos. Igual exactamente como dice la canción de Jesús Adrián: ‘por un momento
en tu presencia, por un instante nada más’. No importa lo que pueda pasar en
ese minuto. Nada, nada tiene valor porque ese minuto vale más que el oro y toda
la plata del mundo. Es el encuentro personal de su relación íntima, entre el
Amado y su amada. Así como con Pedro.
Mi Amado Señor: ¡te
doy tantas gracias por haberme llamado un día para ser tu hija! Muchas veces
pasamos por alto ese regalo tan maravilloso, pero Tú que sabes cautivarnos, nos
vuelves a tocar con todo tu amor. Tu indescifrable perdón y reconciliación nos
hace sentirnos avergonzados ante Ti por no darte la talla que tanto amor
ofrecido merece. ¡No me sueltes de tu mano! Bendito Jesús, gracias, muchas
gracias. ¡Te amo y jamás dejaré de amarte!
Un abrazo y bendiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario