jueves, 6 de agosto de 2020

¡Y Tú, nuestro Amado por siempre serás!


Tiempo después pasé de nuevo junto a ti, y te miré. Estabas en la edad del amor. Extendí entonces mi manto sobre ti, y cubrí tu desnudez. Me comprometí e hice alianza contigo, y fuiste mía. Lo afirma el Señor omnipotente. 
Ezequiel 16:8 NVI.

Lectura: Ezequiel 16:1-19.  Versículo del día: Ezequiel 16:8.

MEDITACIÓN DIARIA
Este mensaje fue dado a Ezequiel para Jerusalén. Dentro de mi concepto, creo, que cada uno de nosotros podíamos ser una Jerusalén. Anterior a este dice: “Pasé junto a ti, y te vi revolcándote en tu propia sangre y te dije: ¡Sigue viviendo; crece como planta silvestre! Tú te desarrollaste, y creciste y te hiciste mujer. Y se formaron tus senos, y te brotó el vello, pero tú seguías completamente desnuda” (vv. 6-7). Y digo que podemos ser una similitud de esa Jerusalén porque al igual que ella, antes de conocer al Señor estábamos completamente desnudos. Similar a Adán y a Eva cuando pecaron y se dieron cuenta de su desnudez (Génesis 3:7). Lo hermoso de todo esto, es que nuestro buen Señor nos cautivó y volvió a pasar junto; extendió su manto y cubrió nuestra desnudez. Sí, así como lo dijo: nos hizo suyos y ese suyos es para siempre. Aquí es donde entiendo por qué Cantares es tanto la relación del esposo con la esposa como la de Cristo con su Iglesia. Es que somos su novia radiante a la que bañó, perfumó, vistió y adornó (vv. 9-13 en la lectura).
Pero ¿qué pasa si caemos como Jerusalén? ¡Ah! El amor del Señor es tan grande que vuelve a restituirnos porque en eso consiste su gracia derramada. “Por eso, ahora voy a seducirla: me la llevaré al desierto y le hablaré con ternura. Allí le devolveré sus viñedos, y convertiré el valle de la Desgracia en el paso de la Esperanza. Allí me corresponderá, como en los días de su juventud, como en el día en que salió de Egipto” (Oseas 2:14-15). Nuestro amado Jesús, no nos va a dejar. Jamás sucederá; nos vuelve a seducir para corresponderle con ese primer amor que tuvimos con Él cuando nos cubrió la desnudez. Sigamos de su mano gozando de su inmenso amor.

Amado Jesús: ¡qué triste es alejarnos de Ti y caer en manos del enemigo! Pero tu amor incomparable es más grande de lo que podemos imaginar. Tu amor nos hace pasar del valle de la aflicción a una puerta de esperanza. ¡Cuánto nos cuesta comprender que mejores son tus amores que el vino! Gracias por llamarnos tu novia y vestirnos con ropas de lino. Tú Eres el fragante aroma que nos envuelve para darnos seguridad, confianza, certeza plena, alegría y una vida dulce y deseable. ¡Cuánto nos amas Señor! ¡Y Tú, nuestro Amado por siempre serás!

Un abrazo y bendiciones.

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