Cristo, por el contrario, al presentarse como sumo sacerdote de los bienes definitivos en el tabernáculo más excelente y perfecto, no hecho por manos humanas (es decir, que no es de esta creación), entró una sola vez y para siempre en el Lugar Santísimo. No lo hizo con sangre de machos cabríos y becerros, sino con su propia sangre, logrando así un rescate eterno.
Hebreos 9:11-12. NVI.
Lectura: Hebreos
9:1-28. Versículos del día: Hebreos 9:11-12.
MEDITACIÓN DIARIA
Es un gran alivio saber que
Cristo Jesús sólo necesitó entrar una sola vez y para siempre en el Lugar Santísimo.
Recordemos que al morir el Señor, el velo del templo se rasgó en dos dejándonos
el espacio abierto para poder acceder al Padre, si así lo decidimos. “En
efecto, Cristo no entró en un santuario hecho por manos humanas, simple copia
del verdadero santuario, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora ante
Dios en favor nuestro” (v. 24). Él a diferencia de los sumos sacerdotes que
entraban cada año para hacer propiciación por el pecado del pueblo no sacrificó
ningún macho cabrío ni becerro alguno, porque fue mucho más allá: con su propia
sangre derramada logró un rescate eterno para nosotros. Sin derramamiento de
sangre no hay perdón (v.22). Él nos rescató y compró con su propia sangre.
¡Cómo no valorar y
aceptar este sacrificio! Nuestro buen Jesús lo entregó todo por amor para la salvación
de toda la humanidad. Tú puedes entrar al Santo Lugar y adorarlo como lo
merece. Por ti también fue su sangre derramada; no la menosprecies. Te darás
cuenta que es el mejor regalo jamás ofrecido. ¡Acéptalo! Si te parece podemos
orar:
Señor Jesús: nunca
había entendido todo lo que hiciste por mí. Ahora que lo entiendo, sé que Eres
el Único camino para poder entrar sin problema al Lugar Santísimo. Toma mi vida
y perdona mis pecados. Gracias por abrirme esa puerta y permitir que pueda
gozar del amor eterno del Padre Celestial. Gracias por tu obra majestuosa en la
cruz del Calvario por mí. ¡Te amo Jesús!
Un abrazo y bendiciones.
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