También dice: En el principio, oh Señor, tú afirmaste la tierra, y los cielos son la obra de tus manos. Ellos perecerán, pero tú permaneces para siempre. Todos ellos se desgastarán como un vestido.
Hebreos 1:10-11 NVI.
Lectura: Hebreos 1:
10-14. Versículos del día: Hebreos
1:10-11.
MEDITACIÓN DIARIA
Así es: los cielos y la
tierra pasarán, pero Dios y su Palabra permanecerán para siempre (Mateo 24:35).
Nosotros también nos vamos desgastando y vamos a morir. Pero he ahí la
esperanza del cristiano: resucitaremos con Cristo el Señor. De hecho, cuando
partamos de este mundo iremos directamente a su Presencia. En la casa del Padre
hay muchas moradas y el Señor fue a prepararnos un lugar allí (Juan 14:2). Esa
es la seguridad de salvación que tenemos: todo puede desaparecer pero, aunque
nos lloren cuando nos toque irnos, bien sabemos para donde vamos y qué brazos
nos van a recibir.
Estamos viviendo un
tiempo tal vez, de principio de dolores. No sabemos a ciencia cierta para dónde
va este mundo cada vez más caótico. Lo que sí sabemos a ciencia cierta y porque
creemos en el Hijo de Dios como nuestro Señor y Salvador, es que Jesús vuelve
nuevamente por nosotros y que después de la gran tribulación al final de los
tiempos en la Jerusalén celestial todo será nuevo: “Después vi un cielo nuevo y
una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de
existir, lo mismo que el mar” (Apocalipsis 21:1). Aquí nos confirma también que
el cielo y la tierra que ahora vemos y pisamos desaparecerán. Los creyentes en
Jesús viviremos por la eternidad a su lado: “Y el testimonio es este: que Dios
nos ha dado vida eterna, y esa vida está en su Hijo” (1 Juan 5:11).
Como nos damos cuenta, Dios
nos está llevando a lo mismo en diferentes pasajes de la Biblia: a creer en su
Hijo Jesús porque en ningún otro hay salvación (Hechos 4:12). Analicemos y
decidamos si queremos una vida completa con Jesucristo o no. Si te decides por
Jesús de Nazaret podemos orar así:
Señor Jesucristo:
yo te necesito, te abro la puerta de mi vida para que seas mi Señor y Salvador.
Perdona mis pecados y hazme la persona que deseas que yo sea. Gracias por
perdonarme y limpiarme y gracias porque me darás la vida eterna por siempre a
tu lado. Amén.
Un abrazo y bendiciones.
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