¡Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres! —respondieron Pedro y los demás apóstoles.
Hechos 3:29. NVI.
Lectura: Hechos
3:17-42. Versículo del día: hechos 3:29.
MEDITACIÓN DIARIA
Cuántas veces nos sentimos
cohibidos de hablar la Palabra de Dios porque pensamos que no es el momento
adecuado o porque creemos que se va a ser el ridículo, que nadie va a poner
atención, etc. Si eso nos pasa aquí en Occidente donde todavía podemos compartir
el mensaje de salvación, ¿qué tal que estuviésemos en países orientales, que el
hablar de Cristo se paga con la pena de muerte? Se nos olvida que es un mandato
del Señor, y que, si el Señor lo dijo y mandó, es Él quien nos respaldará. La
Palabra de Dios nunca regresa vacía: “así es también la palabra que sale de mi
boca: No volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo deseo y cumplirá con mis
propósitos” (Isaías 55:11); ciertamente, la palabra de Dios es viva y poderosa,
y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo
del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los
pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12). Los apóstoles se
sintieron felices de que los hubieran encarcelado y azotado por causa del
Nombre de Jesús (v. 41). ¿Estaríamos dispuestos a pagar ese precio por nuestro
Señor?
Teniendo en cuenta
lo anterior, no dudemos en anunciar las buenas nuevas de que Jesús es el Mesías
prometido (v. 42); el Salvador de la humanidad. El Señor nos defenderá y eso es
lo que nos corresponde hacer.
Amado Señor:
enséñanos a hablar de Ti a diestra y siniestra; a tiempo y a destiempo. Llénanos
de
tu Santo Espíritu para que hablemos tu Palabra con denuedo y sin temor
alguno; que el mundo
sepa que Eres el Rey del universo y el Señor de señores de
toda gloria y majestad. Gracias bendito Señor por escuchar nuestra oración.
Un abrazo y
bendiciones.
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