martes, 28 de julio de 2020

Miremos con ojos de amor y misericordia también


Él cayó al suelo y oyó una voz que le decía: —Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? 
Hechos 9:4. NVI.

Lectura: Hechos 9:1-19.  Versículo del día: Hechos 9:4.

MEDITACIÓN DIARIA

¡Es tan hermoso este capítulo de Hechos! Habla sobre la conversión de Saulo de Tarso. Para mí es ver la grandeza del amor y la misericordia del Señor. Los mismos discípulos le tenían miedo a Saulo (vv. 13-14), pero por encima de ese miedo estaba el gran amor del Señor Jesús por él. “Antes de formarte en el vientre, ya te había elegido; antes de que nacieras, ya te había apartado; te había nombrado profeta para las naciones” (Jeremías 1:5). Sí; el Señor tenía un propósito con Saulo a pesar de su condición como perseguidor de los primeros cristianos. Él estaba presente y aprobando el martirio de Esteban. Precisamente iba para Damasco con el fin de apresar a todos los que encontrara y pertenecieran al Camino. Pero Dios, no mira con los ojos que nosotros estamos acostumbrados a ver. Él va más allá: ve al hombre pecador, se entristece y su misericordia que jamás se agota sale a relucir. Saulo al ver la luz que lo tumbó al suelo y escuchar las palabras ‘¿por qué me persigues?’ Pregunta:  “—¿Quién eres, Señor? Yo soy Jesús, a quien tú persigues —le contestó la voz” (v. 5 en la lectura). Debió ser un momento muy impactante para Saulo.
Tal vez, haya muchos Saulos recorriendo el mundo y queriendo también eliminar a los cristianos, pero nunca menospreciemos el hablar las buenas nuevas del Evangelio a quien sea, porque no sabemos los planes del Señor para esa persona. Por eso dice en otra parte de la Biblia lo siguiente: “Pero Dios escogió lo insensato del mundo para avergonzar a los sabios, y escogió lo débil del mundo para avergonzar a los poderosos. También escogió Dios lo más bajo y despreciado, y lo que no es nada, para anular lo que es, a fin de que en su presencia nadie pueda jactarse” (1 Corintios 1:27-29). Así que no dudemos cuando nos enfrentemos a uno de estos por ahí.

Amado Señor Jesús: gracias por enseñarnos que unos son tus pensamientos y otros los nuestros. Que el pecado es pecado cualquiera que sea y que todos somos pecadores. Queremos aprender a ver a los hombres con los mismos ojos de amor y misericordia con los que Tú los ves. Gracias por mostrarnos esta verdad y permitir que nuestros corazones se llenen de bondad al hablar de tu mensaje. ¡Toda la gloria sea para Ti buen Señor!

Un abrazo y bendiciones.

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