lunes, 25 de mayo de 2020

Jesús de Nazaret, un hombre sin igual


Tan pronto como lo vieron, los jefes de los sacerdotes y los guardias gritaron a voz en cuello: ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo! 
Juan 19:6. NVI.

Lectura: Juan 19:1-16.  Versículo del día: Juan 19:6.

MEDITACIÓN DIARIA

No solo los jefes de los sacerdotes y los guardias gritaban sino también el pueblo (Lucas 23:13-19). Pilato no queriendo ejecutarlo, volvió a salir con Él, pero la turba gritaba: “—¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícalo! —vociferaron”. (v.19:15a en la lectura). Lo triste es que antes, en su entrada triunfal a Jerusalén, la muchedumbre lo aclamaba y le batía palmas. ¿Cómo pudo cambiarle tan rápido el corazón a esta gente? Definitivamente, tenemos que tener al Señor Jesús, como lo que Él es en verdad: el Hijo de Dios, el Mesías prometido, el Salvador del mundo, el Dios con nosotros. No es solamente verlo en un crucifijo, en una estatua de mármol o cuadro muy bien elaborado; tampoco es tenerlo como el fetiche que puede sanar o guardar del mal. Ni sirve que lo sepas intelectualmente; hay que bajarlo de la mente al corazón.
Jesús de Nazaret un hombre sin igual y que desea tener una relación personal contigo. Solamente de ese modo vas a poder verlo con ojos espirituales y corazón sincero. Es ahí cuando el Espíritu Santo te revela lo que es amarlo “con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas” (Marcos 12:30). La manera adecuada para que se de esa relación es que aceptes lo que Él hizo por ti al morir en una cruz por tus pecados. Pero no se quedó muerto porque resucitó para que también tú puedas tener vida eterna a su lado. Si nunca has hablado con Jesús, te invito a que lo hagas en este momento. Dile así:

Señor Jesús: te necesito; te entrego mi vida y te acepto en mi corazón para que seas mi Señor y Salvador personal. Perdona mis pecados y hazme la persona que deseas que yo sea. Gracias por perdonarme, limpiarme y darme una nueva vida Contigo. Amén.

Un abrazo y bendiciones.

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