El encargado del banquete probó el agua convertida en vino sin saber de dónde había salido, aunque sí lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua. Entonces llamó aparte al novio y le dijo: —Todos sirven primero el mejor vino y, cuando los invitados ya han bebido mucho, entonces sirven el más barato; pero tú has guardado el mejor vino hasta ahora.
Juan 2:9-10. NVI.
Lectura: Juan
2:1-12. Versículo del día: Juan 2:9-10.
MEDITACIÓN DIARIA
Convertir el agua en vino
fue una de las primeras señales del Señor Jesús cuando comenzó su ministerio
público. En la boda de Caná de Galilea se celebró una boda y tanto María, su
madre como sus discípulos asistieron. El vino se acabó y Jesús dijo a los que
servían: “Llenen de agua las tinajas. Y los sirvientes las llenaron hasta el
borde” (v. 7). Después sacaron un poco y lo llevaron al encargado del banquete.
El encargado no sabía lo sucedido con el agua y por eso comentó que siempre se
servía el mejor vino primero pero que en este caso habían hecho al revés.
De esta manera son todos
los milagros del Señor: a los ojos de los hombres es imposible, pero Él sabe
hacerlo de la mejor manera. Jesús es el primero en practicar el dicho de mi
esposo: ‘las cosas se hacen bien o no se hacen’. Así que, si le estás pidiendo
al Señor un milagro, ten la seguridad que lo hará completo. Si te sana, lo hará
totalmente, no a medias. Personalmente considero por mi propia experiencia que
Él no obra a pedazos. Pon en sus manos tus peticiones. Recuerda que te
concederá lo que anhela tu corazón. Puede ser física, material o espiritualmente;
la clave es tener la certeza de que lo hará: “Esta es la confianza que tenemos
al acercarnos a Dios: que, si pedimos conforme a su voluntad, él nos oye. Y, si
sabemos que Dios oye todas nuestras oraciones, podemos estar seguros de que ya
tenemos lo que le hemos pedido” (1 Juan 5:14-15).
Amado Señor:
venimos a poner delante de Ti nuestras peticiones con la convicción de que Eres Dios y puedes hacerlo. Buen Jesús, no es la primera vez que recurrimos en Tu
ayuda, pero sabemos que puedes hacerlo de nuevo. Te damos las gracias por tu
fidelidad y porque tus promesas se convierten en milagros para nuestras vidas y
gozosos decimos ‘Sí’ en ti y respondemos ‘Amén’ para la gloria de Dios.
¡Bendito amado Señor!
Un abrazo y bendiciones.
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