Señor, por tales cosas viven los hombres, y también mi espíritu encuentra vida en ellas. Tú me devolviste la salud y me diste vida. Sin duda, fue para mi bien pasar por tal angustia. Con tu amor me guardaste de la fosa destructora.
Isaías 38:16-17. NVI.
Lectura: Isaías
38:1-22. Versículos del día: Isaías
38:16-17.
MEDITACIÓN DIARIA
Tal como le sucedió a
Ezequías respecto a su salud, considero que me paso a mí cuando me
diagnosticaron el cáncer de seno: “Mis ojos se cansaron de mirar al cielo. ¡Angustiado
estoy, Señor! ¡Acude en mi ayuda!” (v. 14). Definitivamente llega un momento,
en que solamente tenemos para voltear los ojos hacia Dios. Nos damos cuenta que
la vida no es sino un suspiro; que de la noche a la mañana todo puede cambiar
totalmente y que no somos nada aquí en la tierra.
Ezequías sufrió también
su angustia de saber que pronto moriría y su clamor llegó hasta el Señor. Por
intermedio del profeta Isaías, le dice así: “He escuchado tu oración y he visto
tus lágrimas; voy a darte quince años más de vida” (v. 5). Y sí: “Tú me
devolviste la salud y me diste vida. Sin duda, fue para mi bien pasar por tal
angustia”. Es muy cierto que, a través de la enfermedad, Dios nos revela y
enseña multitud de cosas que antes no habíamos tenido en cuenta. Una de las que
yo personalmente puedo enumerar, es el de haber comenzado a enviar mis
devocionales: primero a mis contactos, luego en el blog y a partir de este año también
los subo al Facebook y en el WhatsApp a familiares y amigos que me han permitido
hacerlo.
“Los que viven, y solo
los que viven, son los que te alaban, como hoy te alabo yo. Todo padre hablará
a sus hijos acerca de tu fidelidad” (v. 19). Eso nos corresponde hacer: contarles
a las generaciones venideras las proezas de la fidelidad y el amor de nuestro
Dios.
Amado Dios: no me
cansaré de divulgar tu gran amor y fidelidad hacia mí. Yo te alabo y te doy
gracias porque has sido muy bueno conmigo. Enséñame Señor a seguir por tu
camino sin desviarme ni dejarme llevar por las atracciones que ofrece el mundo.
Perdóname por las veces que te he dejado; quiero vivir para Ti y que Tú me
utilices en tu obra de salvación. ¡Gracias, muchas gracias bendito Dios!
Un abrazo y bendiciones.
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