sábado, 9 de noviembre de 2019

Mi Señor: necesito que me sigas sosteniendo


Te tomé de los confines de la tierra, te llamé de los rincones más remotos, y te dije: ‘Tú eres mi siervo’ Yo te escogí; no te rechacé. 
Isaías 41:9 NVI.

Lectura: Isaías 41:1-20.  Versículo del día: Isaías 41:9.

MEDITACIÓN DIARIA

Este es para mí, uno de los capítulos más lindos de la Biblia porque cuando he pasado desiertos áridos y prolongados, sus palabras han sido refresco en la travesía. Saber que estar con mi Señor no ha sido casualidad es más que esperanzador. ¡Él me escogió! Se tomó el trabajo de fijarse en mí y sacarme de un rincón alejado para decirme amorosamente: “Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa” (v.10). Todos sabemos cómo son los desiertos. A veces tan prolongados que toca retomar nuevamente sus palabras para poder proseguir; y es que a lo largo de la lectura vuelve a insistir: “Porque yo soy el Señor, tu Dios, que sostiene tu mano derecha; yo soy quien te dice: No temas, yo te ayudaré” (v. 13).
A veces me cuestiono y pregunto a Dios si ya se terminó el desierto o si solamente fue que pasé por oasis para irme refrescando, pero no he acabado. Sin embargo, sus promesas siguen ahí en pie y no cambiarán porque es su Palabra fiel: “Haré brotar ríos en las áridas cumbres, y manantiales entre los valles. Transformaré el desierto en estanques de agua, y el sequedal en manantiales. Plantaré en el desierto cedros, acacias, mirtos y olivos; en áridas tierras plantaré cipreses, junto con pinos y abetos, para que la gente vea y sepa, y considere y entienda, que la mano del Señor ha hecho esto, que el Santo de Israel lo ha creado” (vv. 18-20). Tal vez yo, necia y olvidadiza de todo cuanto me ha dado, me desvío de la manada como oveja descarriada.

Mi Señor: ¡Ya no más! Quiero estar completamente lúcida para terminar de recoger las bendiciones que me tienes preparadas y que yo ciega espiritualmente, no volteo a ver. ¡Perdóname mi Señor! Tanta gracia derramada sobre mí no la puedo desechar. Tú sabes que te amo y que nada ni nadie cambiará mi amor por Ti. Vuélveme acunar en tu regazo; me siento débil y más sola si Tú no me arrullas y me das tu calor y tus fuerzas para proseguir. ¡Muchas gracias por escucharme mi buen Amigo Jesús de Nazaret! ¡Te amo y te necesito más que nunca!

Un abrazo y bendiciones.

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