¡Cuánto te amo, Señor,
fuerza mía! El Señor es mi roca, mi amparo, mi libertador; es mi Dios, el
peñasco en que me refugio. Es mi escudo, el poder que me salva, mi más alto
escondite!
Salmo 18:1-2.
Lectura: Salmo
18:1-19. Versículos del día: Salmo
18:1-2.
MEDITACIÓN DIARIA
Me encanta como David
desborda su corazón ante Dios. Sus palabras salen desde lo profundo de su ser
porque sabe que Él es su Todo. Tal era su confianza en su Señor que tan solo
con invocarlo ya sabía de su protección (v. 3). Por eso lo ‘llama mi roca, mi
amparo, el peñasco en que me refugio, mi escudo, mi más alto escondite’. Sus
enemigos lo buscaban para matarlo y cuando ya quizá estaban al borde de
encontrarlo, el Señor actuaba. “Me enredaron los lazos del sepulcro, y me
encontré ante las trampas de la muerte. En mi angustia invoqué al Señor; clamé
a mi Dios, y él me escuchó desde su templo; ¡mi clamor llegó a sus oídos!” (vv.
5-6).
Quizá es difícil comprender la posición de David. Solamente cuando pasamos situaciones parecidas podemos
entender su angustia y agonía. Puedo decir que nuestro buen Dios es así. El
mejor escondite, el inigualable guardián; además de eso he podido comprobar que
es excelente abogado y médico.
Te invito para que tu
relación con el Señor sea tan íntima que puedas llegar a Él como David. Seguro
que esto lo complace y de hecho estará pendiente de ti. Búscale no solo
diariamente; búscale momento a momento. Dios no es un Dios de solo los
domingos, es de todos los días, horas, minutos y segundos. ¡Búscale! Él estará
listo a ampararte.
Bendito Señor: Gracias
por permitirnos entender que no estamos solos, que te tenemos a nuestro lado y
eres más de lo que necesitamos. Enséñanos a depender completamente de Ti en
cada circunstancia de la vida. A saber, que nada somos ni podemos si no estás
llevando nuestras riendas. Gracias, muchas gracias buen Señor.
Un abrazo y bendiciones.
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