viernes, 30 de marzo de 2018

Que esta Palabra quebrante tu corazón


Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados. 
Isaías 53:5.

Lectura: Isaías 52:13-53:12. Versículo del día: Isaías 53:5.

MEDITACIÓN DIARIA

Ni los crucifijos que vemos diariamente en diferentes lugares, ni la película más exacta sobre la pasión y muerte del Señor Jesucristo nos dan una idea sobre lo que fue en realidad lo sufrido por nuestro Redentor. Dice aquí el profeta Isaías hablando de Él lo siguiente: “Muchos se asombraron de él, pues tenía desfigurado el semblante; ¡nada de humano tenía su aspecto” (52:14). Sí; de Jesús no quedó sino una masa porque: “Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades” (Isaías 52:5). Literalmente ‘traspasado’ en hebreo significa atravesar, perforar. El Señor fue perforado en sus manos, en sus pies y en su costado; igual su cabeza lo sufrió también con la corona de espinas. Ahora la palabra ‘molido’ en hebreo significa triturado. ¿Cómo queda el maíz cuando lo mueles? Completamente triturado, hecho masa. Así quedó nuestro buen Señor; por eso dice “desfigurado el semblante; ¡nada de humano tenía su aspecto!”; “No había en él belleza ni majestad alguna; su aspecto no era atractivo y nada en su apariencia lo hacía deseable” (53:2b).  Todo el pecado de la humanidad, Él lo llevó sobre sus hombros.
Oro a Dios para que esta Palabra quebrante tu corazón y entiendas en toda su magnitud el sacrifico de Jesús. Él pagó por ti y por mí un precio muy alto; fuimos comprados con su propia sangre: “El precio de su rescate no se pagó con cosas perecederas, como el oro o la plata, sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defecto” (1 Pedro 1:18-19). Todos tus pecados, sean los que sean ya se los llevó en la cruz. Por eso ahora lo único que tienes que hacer es reconocer lo que hizo por ti y entregarle tu vida. Jesús ya pagó y con su muerte se rasgó el velo del templo en señal del acceso directo que ahora tenemos a Dios por medio de Cristo Jesús; así que puedes hablarle con tus propias palabras. Oremos:

Señor Jesús: mi mente no alcanza a comprender lo que sufriste y padeciste pagando Tú toda la transgresión y maldad que como humano, yo llevo encima. Muchas gracias bendito Jesús por haber derramado tu preciosa sangre por mí. Toma mi vida, te la entrego porque en realidad te pertenece. Perdona todos mis pecados y hazme la persona que deseas que yo sea. Gracias por darme el derecho a la vida eterna a tu lado. ¡Todo lo hiciste por amor y sin pedir nada a cambio! ¡No soy merecedor de tanta gracia!

Un abrazo y bendiciones.

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