Porque él no desprecia ni tiene en poco el sufrimiento del pobre; no esconde de él su rostro, sino que lo escucha cuando a él clama.
Salmo 22:24.
Lectura: Salmo
22:1-31. Versículo del día: Salmo 22:24.
MEDITACIÓN DIARIA
En este Salmo profético
David está clamando a Dios por protección. En la cruz el Señor Jesús al repetir
las mismas palabras de David está diciendo: hijo mío, aquí estoy pasando yo tu
abandono, tu angustia, tu miseria, tu debilidad, tu desnudez, tu vergüenza.
¡Esto es mucha belleza, mucho amor incomparable! Un amor a pesar de todas
nuestras transgresiones. Por todo esto no podemos echar por tierra semejante
regalo que Dios nos dio al regalarnos a su Hijo Jesús para morir en nuestro
lugar.
Quizá ahorita no lo
entendamos, pero llegará el día en que toda lengua confesará su Nombre. “Se
acordarán del Señor y se volverán a él todos los confines de la tierra; ante él
se postrarán todas las familias de
las naciones, porque del Señor es el reino; él gobierna sobre las naciones”
(vv. 27-28). Por eso no temas hacerlo. Si te encuentras abatido y en soledad;
enfermo y sin esperanza alguna, es hora de aceptar el sacrificio de Jesús y
dejar en Él todas esas cargas que te agobian. Jesús ya pagó por ti; vino a tu
rescate. Solo tienes que entregarle tu corazón para que todas las promesas de
restauración se cumplan en tu vida.
Señor Jesús: Gracias
por lo que hiciste en la cruz para salvarme y rescatarme. Toma mi vida; te la
entrego porque sé que Tú puedes levantarme nuevamente y llevarme de tu
mano por el camino trazado para mí. Entiendo tu amor, tu compasión y el deseo
de darme una nueva vida a tu lado. ¡Bendito eres Señor!
Un abrazo y
bendiciones.
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