Dale también a mi hijo Salomón un corazón íntegro, para que obedezca y ponga en práctica tus mandamientos, preceptos y leyes.
1 Crónicas 29:19a.
Lectura: 1 Crónicas
29:10-20. Versículo del día: 1 Crónicas
29:19a.
MEDITACIÓN DIARIA
Una madre nunca debe
dejar de orar por sus hijitos. Es una tarea continua aun desde el tiempo de la
gestación y así tengan todos los años que tengan, siempre deben estar presente
en sus oraciones. Nuestros hijos al igual que todos, pasan por problemas y
momentos difíciles en su vida. Cuando son pequeños los problemas son pequeños,
pero a medida que van creciendo sus problemas van siendo mayores también.
Me gusta la manera como
David empieza a orar aquí. Primero se dirige al Señor adorándolo y alabándolo
de tal modo que reconoce su Majestad, poder y gloria (vv. 10-13). Después se dirige a Él entendiendo muy bien
cuál es su posición frente al ‘Gran Yo Soy’; el dueño de toda la riqueza del
mundo (v. 16). Y con actitud humilde le dice también: “Yo sé, mi Dios, que tú
pruebas los corazones y amas la rectitud. Por eso, con rectitud de corazón te
he ofrecido voluntariamente todas estas cosas” (v. 17). Luego sí, a la vez que
pide por el pueblo, intercede por su hijo: “Dale también a mi hijo Salomón un
corazón íntegro, para que obedezca y ponga en práctica tus mandamientos,
preceptos y leyes” (v. 19). Considero
que este ejemplo es bien a seguir puesto que nos enseña que el orar y clamarle
al Señor no es solamente un momento de ‘pido y pido’. El Señor reclama nuestra
absoluta devoción y atención y sabemos que el sacrificio de alabanza le agrada.
Papá Dios es Papá ante todo y demanda que le honremos como se merece; le gusta
como a cualquier ‘papá’ que lo adulemos y le digamos lo maravilloso que es.
Igual tiene en cuenta nuestra actitud de humildad para acercarnos a su trono.
Cuando ya estemos impregnados de todo lo que Él es y representa, es el momento
de hacerle saber nuestras cargas y deseos por nuestros hijos o por el hijo que
le estemos poniendo de presente.
Recordemos a Ana la
madre de Samuel; Ella oraba angustiada y llorando amargamente. El Señor le
concedió la petición de su corazón (1 Samuel 1:9-28). Estoy segura que Dios
tiene muy en cuenta las lágrimas de una madre. Aprendamos a orar por nuestros
hijos con corazón contrito y humillado que ese no lo despreciará nuestro Padre
Celestial.
Bendito eres Dios de
toda creación. Exaltamos tu Nombre y te damos toda la honra y gloria que
mereces. Gracias por ser nuestro glorioso Papito y por permitirnos acercarnos a
Ti ya que reconocemos que no somos nadie ni merecemos nada. Tú no solamente
eres el dueño de todo el oro y la plata del mundo sino también de nuestras
vidas y estas reposan en tus benditas manos. De manera especial hoy queremos
poner a tus pies a nuestros hijitos. Tú conoces muy bien sus corazones y
también sus anhelos y deseos. Llena todo vacío que haya en sus vidas;
fortalécelos en tu Palabra y dales el sosiego y la paz que necesitan. Por
encima de todo Padre amado, te rogamos que jamás se aparten de tu camino.
Ilumina la senda que tienen que recorrer para llegar a la meta trazada por Ti.
Al pedirte por ellos mi Señor, involucramos a las generaciones venideras para
que desde ahora las estés guardando y preservando para tu reino. Nuestros hijos
no son nuestros, son tuyos y te los entregamos con la certeza de que en tus
brazos estarán más seguros. Gracias bendito Padre por escuchar nuestra
plegaria.
Un abrazo y
bendiciones,
Dora C.
2 comentarios:
Gracias por compartir tan bellos devocionales
La gloria sea para nuestro Amado Señor. Gracias Verónica. Bendiciones en tu vida.
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