Pero se acerca la hora, y ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren.
Juan 4:23.
Lectura: Juan
4:1-26. Versículo del día: Juan 4:23.
MEDITACIÓN DIARIA
Estas fueron las
palabras que el Señor le dijo a la mujer samaritana y con la celebración del
día del padre me pregunté: ¿si exaltamos al padre terrenal por qué no adorar y
rendirle el mejor de los cultos a nuestro Padre Celestial? Así que este
devocional es un monólogo único y exclusivo para mi Papito Dios quien eternamente
ha estado a mi lado.
Papito Dios: cuando
pienso en Ti y trato de imaginarme cómo eres, mi mente pasa figura tras figura pero
no logro encauzar la tuya en ninguna. Es que eres tan Sublime y Majestuoso que
no sabría cómo retratarte. Sé que mi entendimiento no alcanza a comprender tu
aspecto de jaspe y cornalina sentado en el trono mayor y quizá desde allí mirando
si este ser que creaste te satisface o si aún piensas seguirlo modelando para que
pueda en el día que Tú decidas, sentarse cerca sin que desdibuje el imponente
cielo con tu Hijo Amado a tu derecha y tus ángeles y santos alrededor dándote el
loor que Tú mereces.
De todas maneras Padre
mío, me miras y sonríes; soy una oveja más de tu manada a la que cubres con tu
manto cuando está con frío y vendas las heridas cuando esta golpeada. Sé
también que no siempre he pastado en verdes prados; no sé por qué se te antoja
mi Señor llevarme cautiva tantas veces al árido desierto. Quizá todavía no
conozco tu propósito en mi vida y tampoco entiendo que es allí en tierras secas
cuando más me amas. No sería agradecida si ignorara que me has cautivado en
desiertos solitarios hablándome al oído suavemente con el amor y la ternura que
sólo Tú sabes entregar.
Mi vida está en tus
manos; Tú me hiciste y me formaste en el vientre de mi madre y nada de lo mío
te es oculto. Por eso Amado Padre, hoy rindiéndote algo de mi ser para adorarte
quiero decirte que me tomes en tus brazos nuevamente, que me acunes y
consientas como siempre, para proseguir por la senda ya trazada sin perder la mirada
de tu rostro. ¡Ven Padre! ¡Eres mi Todo y sin Ti no tengo nada! Necesito que me
cargues, que me abraces, que me arrulles y me cubras bajo tus alas abrigadas, para
no helarme de frío quedando a la intemperie.
Un abrazo y
bendiciones,
Dora C.
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