miércoles, 7 de junio de 2017

Eres el Sol radiante que brillará después de la tormenta

Me ha estrellado contra el suelo; me ha hecho morder el polvo. Me ha quitado la paz; ya no recuerdo lo que es la dicha. Y digo: La vida se me acaba, junto con mi esperanza en el Señor. 
Lamentaciones 3:16-18.

Lectura: Lamentaciones 3: 1-27.  Versículos del día: Lamentaciones 3:16-18.

MEDITACIÓN DIARIA

Muy seguramente en algún momento de tu vida te has lamentado como Jeremías. Y no es de extrañar. Creo que a todos nos llegan situaciones tan difíciles de pasar que sincerándonos con el Señor solemos también abrirle el corazón de par en par y dejar fluir nuestro dolor a sus pies. Muchos consideran que llorar es un signo de debilidad y con mayor razón tachan al hombre sensible que gime, como falto de virilidad, cuando no es así. El llorar hace bien y hasta puede ser una terapia para el afligido. ¡Cuántas otras cosas dice Jeremías! Miremos: “Me ha hecho andar en las tinieblas; me ha apartado de la luz”; “Me ha marchitado la carne y la piel;  me ha quebrantado los huesos”; “Por más que grito y pido ayuda, él se niega a escuchar mi oración”; “Me ha partido el corazón con las flechas de su aljaba” (vv. 2, 4, 8, 13). Y continúa diciéndole  al Señor: “Recuerda que ando errante y afligido, que estoy saturado de hiel y amargura. Siempre tengo esto presente, y por eso me deprimo” (vv. 19-20). ¿Algún parecido? Pero sucede algo increíble dentro de su lamento: Jeremías trae a la memoria algo muy importante que nosotros, si somos honestos debemos recordar: “Pero algo más me viene a la memoria, lo cual me llena de esperanza: El gran amor del Señor nunca se acaba, y su compasión jamás se agota. Cada mañana se renuevan sus bondades; ¡muy grande es su fidelidad! Por tanto, digo: El Señor es todo lo que tengo. ¡En él esperaré!” (vv. 21-24).
¡Qué hermosa conclusión! Personalmente también digo que el Señor es todo lo que tengo y que por más que pareciese que la lluvia no cesara, habrá un momento en donde el sol brillará nuevamente; por tanto en Él esperaré.

Sí mi Señor. Como los días que están lluviosos y oscuros podemos encontrarnos hoy. Aguaceros vienen y aguaceros van. La mañana se convierte en noche porque no cesa de llover y el astro rey no quiere aparecer. Tal pareciese que en complicidad con las tristezas no considera el momento oportuno de salir. ¡Pero gracias mi Señor! Gracias porque nos enseñas que tu amor jamás se acaba y que tu compasión no se agota. Gracias porque habrá un nuevo amanecer con sol radiante y aunque no te veamos ni entendamos tus designios ¡Eres el Sol radiante que brillará después de la tormenta! ¡Eres la certeza de la vida! ¡Aleluya!

Un abrazo y bendiciones. 

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