Me ha estrellado contra el suelo; me ha hecho morder el polvo. Me ha quitado la paz; ya no recuerdo lo que es la dicha. Y digo: La vida se me acaba, junto con mi esperanza en el Señor.
Lamentaciones 3:16-18.
Lectura: Lamentaciones
3: 1-27. Versículos del día:
Lamentaciones 3:16-18.
MEDITACIÓN DIARIA
Muy seguramente en
algún momento de tu vida te has lamentado como Jeremías. Y no es de extrañar.
Creo que a todos nos llegan situaciones tan difíciles de pasar que
sincerándonos con el Señor solemos también abrirle el corazón de par en par y
dejar fluir nuestro dolor a sus pies. Muchos consideran que llorar es un signo
de debilidad y con mayor razón tachan al hombre sensible que gime, como falto
de virilidad, cuando no es así. El llorar hace bien y hasta puede ser una
terapia para el afligido. ¡Cuántas otras cosas dice Jeremías! Miremos: “Me ha
hecho andar en las tinieblas; me ha apartado de la luz”; “Me ha marchitado la
carne y la piel; me ha quebrantado los
huesos”; “Por más que grito y pido ayuda, él se niega a escuchar mi oración”; “Me
ha partido el corazón con las flechas de su aljaba” (vv. 2, 4, 8, 13). Y
continúa diciéndole al Señor: “Recuerda
que ando errante y afligido, que estoy saturado de hiel y amargura. Siempre
tengo esto presente, y por eso me deprimo” (vv. 19-20). ¿Algún parecido? Pero
sucede algo increíble dentro de su lamento: Jeremías trae a la memoria algo muy
importante que nosotros, si somos honestos debemos recordar: “Pero algo más me
viene a la memoria, lo cual me llena de esperanza: El gran amor del Señor nunca
se acaba, y su compasión jamás se agota. Cada mañana se renuevan sus bondades; ¡muy
grande es su fidelidad! Por tanto, digo: El Señor es todo lo que tengo. ¡En él
esperaré!” (vv. 21-24).
¡Qué hermosa
conclusión! Personalmente también digo que el Señor es todo lo que tengo y que
por más que pareciese que la lluvia no cesara, habrá un momento en donde el sol
brillará nuevamente; por tanto en Él esperaré.
Sí mi Señor. Como los
días que están lluviosos y oscuros podemos encontrarnos hoy. Aguaceros vienen y
aguaceros van. La mañana se convierte en noche porque no cesa de llover y el
astro rey no quiere aparecer. Tal pareciese que en complicidad con las
tristezas no considera el momento oportuno de salir. ¡Pero gracias mi Señor!
Gracias porque nos enseñas que tu amor jamás se acaba y que tu compasión no se
agota. Gracias porque habrá un nuevo amanecer con sol radiante y aunque no te
veamos ni entendamos tus designios ¡Eres el Sol radiante que brillará después
de la tormenta! ¡Eres la certeza de la vida! ¡Aleluya!
Un abrazo y
bendiciones.
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