viernes, 3 de marzo de 2017

No le demos cabida a la envidia

Disgustado por lo que decían, Saúl se enfureció y protestó: A David le dan crédito por diez miles, pero a mí por miles. ¡Lo único que falta es que le den el reino! 
1 Samuel 18:8.

Lectura: 1Samuel 18:1-30.  Versículo del día: 1 Samuel 18:8.

MEDITACIÓN DIARIA

El Señor le había quitado el trono a Saúl y en su reemplazo hizo que Samuel ungiera a David, aunque él todavía no había empezado a reinar. El antecedente de David derrotando a Goliat, permitió que las mujeres le reconocieran y cantaran dando más tributo a David que a Saúl y esto lo mortificó al punto de querer matarlo; se dejó llevar por el pecado de envidia. La RAE la define como: ‘Tristeza o pesar del bien ajeno; deseo de algo que no se posee’. La envidia es una de las emociones negativas que más daño hace a su poseedor. Afecta no solamente su área emocional sino también la física y lógicamente la espiritual. Genera resentimientos en la persona, lo cual produce que se debilite causando dolores  gastrointestinales, respiratorios y musculares porque es carcoma de los huesos (Proverbios 14:30); los va desgastando poco a poco. Las consecuencias que deja la envidia son altamente catastróficas. El ejemplo lo tenemos en Saúl: su área espiritual se fue al piso afectándolo mentalmente y por ende quiso matar; más tarde incluso lo llevó al pecado de adivinación y espiritismo. La envidia desarrolló en él una cadena de pecado tras pecado. La envidia hace estragos. Es la madre de todos los defectos y la raíz de los vicios.
Si hemos dejado que la envidia entre a nuestras vidas, lo primero que debemos hacer es reconocerla y pedirle perdón al Señor por este pecado. Teniendo en cuenta que la envidia es obra de la carne (Gálatas 5:21), busquemos la ayuda del Espíritu Santo que nos convencerá de ese pecado, nos dará las armas para luchar y no  llenará de todo su  fruto. No le demos cabida a la envidia.

Precioso Espíritu Santo: Te pedimos perdón por ser débiles a la carne y te rogamos que hagas un recorrido en todo nuestro ser para detectar algún indicio de envidia que pueda estar anidado en nuestro corazón y nos esté haciendo daño. Límpianos, regenéranos y transfórmanos de manera que el mundo nos vea diferentes y podamos dar testimonio sincero como cristianos que somos. Gracias bendito Espíritu de Dios por tenerte como nuestro Gran Ayudador. ¡Te alabamos y te honramos!

Un abrazo y bendiciones.

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