¿Acaso me he alegrado de la ruina de mi enemigo? ¿Acaso he celebrado su desgracia?
Job 31:29.
Lectura Job
31:29-34. Versículo del día: Job 21:29.
MEDITACIÓN DIARIA
Job como hombre justo
delante de Dios era consciente de su relación aun con sus enemigos. Nosotros
también necesitamos amar a los enemigos. El Señor nos lo mandó: “Pero yo les digo:
Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen” (Mateo 5:44), y aclara
que si no amamos a los enemigos, quiere decir que no somos hijos del Padre
(Mateo 5:45). Si hacemos lo contrario, no estamos haciendo nada porque ¿si solo
amamos a los que nos hacen bien, qué gracia hay? (Mateo 5:46). Al final de
cuentas, quien se hace daño es quien se alegra y muy seguramente la otra persona
ni siquiera se dará por enterada. Por otro lado, si la ofensa es bastante
grande podemos dejarla en manos del Señor, quien se encargará de pelear por
nosotros y ganar la batalla: “porque está escrito: Mía es la venganza; yo pagaré,
dice el Señor. Antes bien, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene
sed, dale de beber. Actuando así, harás que se avergüence de su conducta. No te
dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien” (Mateo
5:19b-21).
Esta es la manera
correcta de actuar y es lo que el Señor nos pide que hagamos. ¿Estamos
dispuestos a obrar de esta manera? ¿Le vamos a obedecer? Miremos que no es
solamente una sugerencia: “Amen a sus enemigos”, el verbo amar está en
imperativo o sea es una orden que debemos acatar, gústenos o no. “No te alegres
cuando caiga tu enemigo, ni se regocije tu corazón ante su desgracia, no sea
que el Señor lo vea y no lo apruebe, y aparte de él su enojo” (Proverbios
24:17-18).
Amado Señor: Gracias
por tu Palabra. Perdona si en nuestro corazón todavía existen sentimientos de
rechazo, de discriminación, de envidia, de altivez, de orgullo contra las
personas que nos han hecho daño. No permitas que jamás nos alegremos de ver al
enemigo en desgracia. Enséñanos a perdonar y a orar por ellos con más ahínco.
También enséñanos a tomar la decisión de obedecerte sin buscarle pretextos a tu
orden. ¡Bendito eres buen Dios!
Un abrazo y
bendiciones.
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