jueves, 2 de abril de 2015

El silencio del Señor




Pero Jesús se quedó callado. Así que el sumo sacerdote insistió: —Te ordeno en el nombre del Dios viviente que nos digas si eres el Cristo, el Hijo de Dios. 
Mateo 26:63.


Lectura: Mateo 26:57-74.  Versículo del día: Mateo 26:63.

MEDITACIÓN DIARIA

El silencio del Señor ante el Sanedrín, Herodes y Pilato es otra muestra de su grandeza. En el pasaje de hoy, habló solamente cuando se lo ordenó el sumo sacerdote. Con firmeza, concreto y sin titubeos respondió: “—Tú lo has dicho.  Pero yo les digo a todos: De ahora en adelante verán ustedes al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso, y viniendo en las nubes del cielo.” (v. 64).  La lección nos la dejó muy clara: no hablar más de lo necesario y diciendo siempre la verdad. Tal como lo anunció el profeta mesiánico 750 años atrás: “Maltratado y humillado, ni siquiera abrió su boca” (Isaías 53:7). Sí; podía tener al frente a los maestros de la ley y a los ancianos, a los de las cortes de los gobernadores y escuchar los gritos de la multitud vociferando por su muerte y sin embargó no se perturbó. Dijo lo que tenía que decir, a pesar de las burlas y el maltrato recibido.  Tal como fue su ministerio claro, abierto y sincero fueron sus respuestas entendiendo la autoridad de quien le preguntaba. Sin embargo, los suyos, los de su estirpe deseaban para Él, la muerte más crucial y humillante: “¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!” (Lucas 23:21), gritaban.
Ese silencio de Jesús es el mismo que ahora nos demuestra a pesar de nuestras faltas y pecados. Debió de ser un silencio lleno de tristeza y amargura por su transgresión, pero a la vez lleno de bondad y misericordia por los perdidos. Exactamente igual en estos tiempos. Dios permita que entendamos lo que significó ese silencio.

Amado Señor Jesús: Gracias te damos porque tu silencio es una muestra de tu gallardía como Señor de señores que eres. Gracias porque tu mudez encierra la nobleza y a la vez el coraje y valentía no solo hacia quienes en tu pasión y muerte te vituperaron sino la de todos nosotros que a diario nos burlamos y desechamos tu verdad. ¡Perdónanos Señor! No somos dignos de estar en tu Presencia, pero precisamente por cada gota de sangre derramada, por cada golpe asestado a tu cuerpo y cada silencio de tu parte, ahora somos de tu reino celestial. Te pedimos por los que no te conocen o no entienden lo que realmente viniste a hacer por ellos. Permite que la luz de tu Espíritu los ilumine y lleguen a tus pies. ¡Gracias, muchas gracias, buen Jesús!

Un abrazo y bendiciones.

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