Sus hermanos replicaron: ¿De veras crees que vas a reinar sobre nosotros, y que nos vas a someter? Y lo odiaron aún más por los sueños que él les contaba.Génesis 37:8.
Lectura: Génesis 37:1-36. Versículo del día: Génesis 37:8.
MEDITACIÓN DIARIA
Jacob el padre de José tenía una
deferencia muy marcada con su hijo, lo que originó envidia y celos de parte de
sus once hermanos. José era uno de los menores junto con Benjamín e hijos de Raquel,
la mujer que él había amado y por la que había trabajado arduamente. En el corazón
humano siempre predominará el mal y los hijos de Jacob no serían la excepción.
Premeditaron primero un plan para matarlo con solo verlo de lejos; luego cambiaron
de parecer y lo arrojaron en una cisterna; por último resuelven venderlo a una
caravana de ismaelitas que se dirigía a Egipto (vv. 19-28). El soñador, el que
ingenuamente les contaba lo que en sus sueños veía: su gavilla erguida y la de
ellos inclinadas haciéndole reverencia; o el del sol, la luna y once estrellas que
también lo reverenciaban (vv. 5-9). Sin embargo, dice la lectura que a pesar de
su padre reprenderlo, meditaba en todo esto (vv. 10-11).
Sucede también ahora y se ve
igual en los hogares: padres con consentimiento excesivo por alguno de sus
hijos y a la vez hermanos que entre ellos no se pueden ver. El odio, el
resentimiento, la envidia y los celos flotan de un lado para otro y cuántas
veces también aquellos a quienes se han menospreciado son los principales
porque: “el que se humilla será enaltecido” (Lucas 14:11). Cuando se está
obrando sin querer hacer daño e íntegramente, no hay por qué correr. Es al
Señor al que le corresponde sacar la cara por nosotros y Él no nos dejará
avergonzados. Esto le sucedió a José; sus sueños se hicieron realidad. Así que
nosotros ante una situación adversa no nos desesperemos; aprendamos a esperar y
confiar plenamente en nuestro Dios, Señor y Salvador. Su poder puede
manifestarse gloriosamente a través de una aflicción; sus caminos no son los
nuestros.
Amado Señor: Gracias porque Tú
miras al menospreciado del mundo para colocarlo en la cima. Gracias porque eres
quien diriges nuestro andar y tus sendas ya están demarcadas. Gracias porque
cuando llegan los problemas siempre estás ahí; presente en medio de ellos para
después manifestar tu gracia y poder y llevarnos a la victoria. ¡Gracias buen
Dios!
Un abrazo y bendiciones.
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