jueves, 12 de febrero de 2015

Cada lágrima se convertirá en perla de gozo y paz




Para los judíos, aquél fue un tiempo de luz y de alegría, júbilo y honor.  En cada provincia y ciudad adonde llegaban el edicto y la orden del rey, había alegría y regocijo entre los judíos, con banquetes y festejos. Y muchas personas de otros pueblos se hicieron judíos por miedo a ellos. 
Ester 8:16-17.


Lectura: Ester 8:1-17.  Versículos del día: Ester 8:16-17.

MEDITACIÓN DIARIA

Después de haber pasado por confusión, tristeza, llanto y creo que hasta rabia y dolor por la injusticia contra todos los judíos que habitaban en Persia (Ester 3:12-15), ahora, que ya no estaba el malévolo de Amán, se revocaron sus órdenes y  fue directamente Mardoqueo con autorización del rey Asuero quien las dictó y se escribieron los decretos a todas las provincias con el sello del anillo real para que todos los judíos se defendieran (vv. 9-14). Las ciudades del reino volvían a la normalidad y esto era motivo de júbilo: “Convertiste mi lamento en danza; me quitaste la ropa de luto y me vestiste de fiesta, para que te cante y te glorifique, y no me quede callado. ¡Señor mi Dios, siempre te daré gracias!” (Salmo 30:11-12). Mardoqueo supo ser agradecido con Dios; instituyó la fiesta de Purim recordando “el tiempo en que los judíos se libraron de sus enemigos, y como el mes en que su aflicción se convirtió en alegría, y su dolor en día de fiesta” (Ester 9:22).
Dios, directamente es el encargado de cambiar las lágrimas en sonrisas, el llanto en gozo; en vestirnos con traje de fiesta para regocijarnos en su Nombre y ver su gloria en aquello que tanto nos hizo sufrir. Las aflicciones, desilusiones, traiciones, Él las tomará y aunque en esos momentos cruciales no veamos su mano por ninguna parte, no quiere decir que nos haya abandonado; estará más pendiente de nosotros que en cualquier otro tiempo. Nos corresponde estar completamente firmes, confiando en sus promesas y esperando su respuesta. Y cuando todo cambie, cantarle y glorificarle contando su victoria sobre nuestras vidas.

Amado Señor: Cada lágrima que brota desde lo más íntimo de nuestro ser cuando la aflicción llega, se convertirá en una perla de gozo y paz contigo. Gracias porque solo Tú sabes confrontar nuestros problemas y darás la respuesta acertada y sabia a su debido tiempo. Gracias porque nos vistes con trajes de fiesta y quitas el luto de nuestros corazones. ¡Nos alegraremos y cantaremos exaltando tu gracia y poder!

Un abrazo y bendiciones.

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