lunes, 9 de febrero de 2015

Vivir la gran aventura para la que fuimos llamados





Porque a mí y a mi pueblo se nos ha vendido para exterminio, muerte y aniquilación. Si sólo se nos hubiera vendido como esclavos, yo me habría quedado callada, pues tal angustia no sería motivo suficiente para inquietar a Su Majestad. 

Ester 7:4.

Lectura: Ester 7:1-10.  Versículo del día: Ester 7:4.


MEDITACIÓN DIARIA

Se estaban cumpliendo las palabras de su primo-benefactor Mardoqueo. Había llegado la hora para la liberación de su pueblo y Ester estaba allí precisamente para ser utilizada en favor de ellos. Su petición fue clara: “mi deseo es que me conceda la vida. Mi petición es que se compadezca de mi pueblo” (v. 3).
Dios se encargó de ir tejiendo poco a poco todos los acontecimientos de manera que el propósito de Ester se cumpliera en su vida. No estamos porque sí; desde el mismo momento en que recibimos al Señor Jesús en nuestro corazón, Dios empieza a dejarnos claro que tiene un fin específico con cada uno. Lo que sucede es que desconociendo a Jesús, también desconocemos el plan de Dios para nuestras vidas. Eso es algo que desde mi conversión me inculcaron: “yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Juan 10:10b). Una vida completa y con propósito. En Cristo somos nuevas creaciones, lo viejo queda atrás (2 Corintios 5:17); por consiguiente comenzamos a vivir la gran aventura para la cual Dios nos creó. Muy seguramente en los primeros albores de nuestro cristianismo no detallemos exactamente su propósito; pero a medida que pasa el día como dice en Proverbios, vamos entendiendo su plenitud (Proverbios 4:18). Considero que hay que perseverar hasta ver y entender cuál es la misión encargada; poco a poco se pasan los días y hay que contarlos bien para adquirir la sabiduría necesaria (Salmo 90:12) y concebir su designio. Empecemos por entender que por lo menos sí somos llamados a compartir el mensaje de las Buenas Nuevas; de ahí para adelante será el Espíritu Santo el encargado de dirigirnos en algo mayor.

Amado Señor: Te pedimos que nos muestres con certeza el camino que debemos seguir para no desviarnos. Danos el discernimiento y la sabiduría necesarios para saber y esclarecer bien tu plan para nuestras vidas. Gracias por utilizarnos para la redención de la humanidad.

Un abrazo y bendiciones.

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