El cetro no se apartará de Judá, ni de entre sus pies el bastón de mando, hasta que llegue el verdadero rey, quien merece la obediencia de los pueblos.Génesis 49:10.
Lectura: Génesis
49:1-28. Versículo del día: Génesis
49:10
MEDITACIÓN DIARIA
Antes de morir Jacob
bendijo a sus hijos y sus palabras hacia
Judá fueron proféticas. De su descendencia vendría el que sería Rey y Señor
perfecto. Primero lo veremos como el Mesías sufriente, el Siervo que cumplió
fielmente su trabajo y se hizo obediente hasta la muerte de cruz. A través del profeta Isaías, mesiánico por excelencia, Dios
Padre dice: “Éste
es mi siervo, a quien sostengo, mi escogido, en quien me deleito; sobre él he
puesto mi Espíritu, y llevará justicia a las naciones” (Isaías 42:1). Su misión
no es solamente restaurar a Israel sino traer la salvación a la humanidad
completa (Isaías 49:6). Su segunda venida ya no será como el Siervo sino como
lo que es: Rey de reyes y Señor se señores (Apocalipsis 19:16).
A lo largo de toda la
Biblia vemos que su propósito es revelar al Señor Jesucristo. Él es la Palabra
viva, el Verbo hecho carne; es el hijo de David como lo clamó la multitud
cuando entraba a Jerusalén: “¡Hosanna al Hijo de David! Bendito el que viene en
el nombre del Señor” (Mateo 21:9). Este Jesús a quienes los suyos mismos
crucificaron, el que tiene el bastón de mando y merece la obediencia de todos
los pueblos, con su humildad y obediencia permitió que todo el que se acerque a
Él tenga derecho a la vida eterna. Él es el camino, la verdad y la vida y nadie
llega al Padre sino por Él (Juan 14:6).
¿Quieres ser partícipe
de las palabras de Jacob hacia Judá y ser parte de su reino? No tienes que
hacer otra cosa sino aceptarlo en tu vida como lo que es: Salvador y Señor.
Puedes dirigirte al Hijo de Dios con una corta oración. Si es tu deseo podemos
orar así:
Señor Jesús: Ahora que
sé quién eres en verdad, quiero entregarte mi vida para que entres a gobernarla
Tú. Te pido que seas mi Señor y Salvador personal, que perdones mis pecados y
me lleves hacia la vida eterna contigo. Gracias Señor por escuchar mi oración y
por perdonarme y limpiarme. En tu santo nombre Jesús, amén.
Un abrazo y
bendiciones.
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