miércoles, 18 de febrero de 2015

El que es, el que era y el que ha de venir




El cetro no se apartará de Judá, ni de entre sus pies el bastón de mando, hasta que llegue el verdadero rey, quien merece la obediencia de los pueblos. 
Génesis 49:10.


Lectura: Génesis 49:1-28.  Versículo del día: Génesis 49:10

MEDITACIÓN DIARIA

Antes de morir Jacob bendijo a sus hijos y sus palabras  hacia Judá fueron proféticas. De su descendencia vendría el que sería Rey y Señor perfecto. Primero lo veremos como el Mesías sufriente, el Siervo que cumplió fielmente su trabajo y se hizo obediente hasta la muerte de cruz.  A través del  profeta Isaías, mesiánico por excelencia, Dios Padre dice: “Éste es mi siervo, a quien sostengo, mi escogido, en quien me deleito; sobre él he puesto mi Espíritu, y llevará justicia a las naciones” (Isaías 42:1). Su misión no es solamente restaurar a Israel sino traer la salvación a la humanidad completa (Isaías 49:6). Su segunda venida ya no será como el Siervo sino como lo que es: Rey de reyes y Señor se señores (Apocalipsis 19:16).
A lo largo de toda la Biblia vemos que su propósito es revelar al Señor Jesucristo. Él es la Palabra viva, el Verbo hecho carne; es el hijo de David como lo clamó la multitud cuando entraba a Jerusalén: “¡Hosanna al Hijo de David! Bendito el que viene en el nombre del Señor” (Mateo 21:9). Este Jesús a quienes los suyos mismos crucificaron, el que tiene el bastón de mando y merece la obediencia de todos los pueblos, con su humildad y obediencia permitió que todo el que se acerque a Él tenga derecho a la vida eterna. Él es el camino, la verdad y la vida y nadie llega al Padre sino por Él (Juan 14:6).
¿Quieres ser partícipe de las palabras de Jacob hacia Judá y ser parte de su reino? No tienes que hacer otra cosa sino aceptarlo en tu vida como lo que es: Salvador y Señor. Puedes dirigirte al Hijo de Dios con una corta oración. Si es tu deseo podemos orar así:

Señor Jesús: Ahora que sé quién eres en verdad, quiero entregarte mi vida para que entres a gobernarla Tú. Te pido que seas mi Señor y Salvador personal, que perdones mis pecados y me lleves hacia la vida eterna contigo. Gracias Señor por escuchar mi oración y por perdonarme y limpiarme. En tu santo nombre Jesús, amén.

Un abrazo y bendiciones.

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