viernes, 6 de diciembre de 2013

¿Somos creyentes o discípulos?




Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,  enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo. 
Mateo 28:19-20.


Lectura: Mateo 28:17-20.  Versículos del día: Mateo 28:19-20.

MEDITACIÓN DIARIA

“Pero cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” (Hechos 1:8).  Hay mucha conexión entre los versículos que nos dejó el Señor como mandato para cumplir la gran comisión y el de Hechos 1:8.  Pues cuando somos llamados a seguir al Señor y creemos en Él, el Espíritu Santo entra también en nosotros y es quien nos instruye a seguirle y con su poder nos permite el denuedo para compartir donde quiera que estemos y esto está muy bien; pero hay un pero.
Tuve la oportunidad en este año de escuchar a un Ministro del Evangelio y hablaba sobre algo que me dejó inquieta: es diferente ser creyente, a  ser discípulo.  Él comentaba sobre el hecho de que se han realizado muchas cosas importantes que sirven para convertir a las personas, pero que se ha olvidado el hecho de hacer discípulos.  Y sí.  Vemos a diario una campaña evangelista aquí, otra allí; diferentes eventos con la oportunidad de llevar el mensaje de salvación a multitudes incluso, y eso está bien.  ¿Pero de todos esos miles que se convierten quienes son en verdad discípulos? 
El Señor Jesús fue llamado Maestro y es el Maestro por excelencia.  En tres años que duró su ministerio nos dejó muy claro lo que es el discipulado.  Siempre estuvo con ellos enseñándoles y advirtiéndoles; compartiendo momentos de alegría como en las Bodas de Caná o en momentos de sufrimiento y dolor como cuando Lázaro murió.  Del maestro se aprende a llorar cuando se necesita y a reír y gozar igualmente.  Por lo general, el discípulo es igual a su maestro.  Teniendo en cuenta lo anterior, observamos que para hacer discípulos tiene que haber una conexión muy ligada con el maestro, cosa que casi nunca vemos en los convertidos.
Considero que podemos reflexionar sobre lo anterior: el Señor no nos mandó a atraer creyentes ni adeptos sino a hacer discípulos.  Hay algo que nos puede aun hacer meditar más a fondo y fueron las palabras de aquel predicador; algo que es muy cierto y que espero que al igual que a mí, los deje pensando fuertemente: “¿Tú crees que hay un solo Dios? ¡Magnífico! También los demonios lo creen, y tiemblan” (Santiago 2:19).  ¡Los demonios también creen; y además de eso tiemblan!  Los cristianos ni siquiera temblamos; somos indiferentes a la Palabra de Dios.  Hemos convertido el cristianismo en un dogma más, en una religión.  Simplemente se pasó de una tradicional a otra que va por el mismo camino.  No podemos esperar que de verdad haya un cambio en las personas hasta que no empecemos a hacer la labor de la manera como el Señor quiso que fuera. 
Ganar creyentes es fácil; hacer discípulos no.  El creyente siempre dice: dame, dame, dame.  El discípulo siembra, pesca y enseña a pescar.  El creyente lucha por crecer mientras que el discípulo por reproducirse.
Busquemos el camino de los apóstoles: conocieron al Señor, le creyeron y le siguieron.    Siguieron sus pasos haciendo nuevos discípulos y gracias a ellos estamos aquí.

Amado Señor: En verdad queremos ser discípulos tuyos.  Enséñanos a practicar tu Palabra sin restringirnos en absoluto.  Pon el querer como el hacer por tu buena voluntad y llénanos de tu Santo Espíritu para que venga con poder sobre nosotros y cumplamos a cabalidad la gran comisión encomendada.

Un abrazo y bendiciones.

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