Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo.Mateo 28:19-20.
Lectura: Mateo 28:17-20. Versículos del día: Mateo 28:19-20.
MEDITACIÓN DIARIA
“Pero cuando venga el Espíritu
Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén
como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” (Hechos 1:8). Hay mucha conexión entre los versículos que
nos dejó el Señor como mandato para cumplir la gran comisión y el de Hechos
1:8. Pues cuando somos llamados a seguir
al Señor y creemos en Él, el Espíritu Santo entra también en nosotros y es
quien nos instruye a seguirle y con su poder nos permite el denuedo para
compartir donde quiera que estemos y esto está muy bien; pero hay un pero.
Tuve la oportunidad en este año
de escuchar a un Ministro del Evangelio y hablaba sobre algo que me dejó
inquieta: es diferente ser creyente, a ser discípulo.
Él comentaba sobre el hecho de que se han realizado muchas cosas
importantes que sirven para convertir a las personas, pero que se ha olvidado
el hecho de hacer discípulos. Y sí. Vemos a diario una campaña evangelista aquí,
otra allí; diferentes eventos con la oportunidad de llevar el mensaje de
salvación a multitudes incluso, y eso está bien. ¿Pero de todos esos miles que se convierten
quienes son en verdad discípulos?
El Señor Jesús fue llamado
Maestro y es el Maestro por excelencia.
En tres años que duró su ministerio nos dejó muy claro lo que es el
discipulado. Siempre estuvo con ellos
enseñándoles y advirtiéndoles; compartiendo momentos de alegría como en las
Bodas de Caná o en momentos de sufrimiento y dolor como cuando Lázaro
murió. Del maestro se aprende a llorar
cuando se necesita y a reír y gozar igualmente.
Por lo general, el discípulo es igual a su maestro. Teniendo en cuenta lo anterior, observamos
que para hacer discípulos tiene que haber una conexión muy ligada con el
maestro, cosa que casi nunca vemos en los convertidos.
Considero que podemos reflexionar
sobre lo anterior: el Señor no nos mandó a atraer creyentes ni adeptos sino a
hacer discípulos. Hay algo que nos puede
aun hacer meditar más a fondo y fueron las palabras de aquel predicador; algo
que es muy cierto y que espero que al igual que a mí, los deje pensando
fuertemente: “¿Tú crees que hay un solo Dios? ¡Magnífico! También los demonios
lo creen, y tiemblan” (Santiago 2:19).
¡Los demonios también creen; y además de eso tiemblan! Los cristianos ni siquiera temblamos; somos
indiferentes a la Palabra de Dios. Hemos
convertido el cristianismo en un dogma más, en una religión. Simplemente se pasó de una tradicional a otra
que va por el mismo camino. No podemos
esperar que de verdad haya un cambio en las personas hasta que no empecemos a
hacer la labor de la manera como el Señor quiso que fuera.
Ganar creyentes es fácil; hacer discípulos
no. El creyente siempre dice: dame,
dame, dame. El discípulo siembra, pesca
y enseña a pescar. El creyente lucha por
crecer mientras que el discípulo por reproducirse.
Busquemos el camino de los
apóstoles: conocieron al Señor, le creyeron y le siguieron. Siguieron sus pasos haciendo nuevos
discípulos y gracias a ellos estamos aquí.
Amado Señor: En verdad queremos ser discípulos
tuyos. Enséñanos a practicar tu Palabra
sin restringirnos en absoluto. Pon el
querer como el hacer por tu buena voluntad y llénanos de tu Santo Espíritu para
que venga con poder sobre nosotros y cumplamos a cabalidad la gran comisión
encomendada.
Un abrazo y bendiciones.
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