Cuando llegaron a la casa, vieron al niño con María, su madre; y postrándose lo adoraron. Abrieron sus cofres y le presentaron como regalos oro, incienso y mirra.Mateo 2:11.
Lectura: Mateo: 2:1-12. Versículo del día: Mateo 2:11.
MEDITACIÓN DIARIA
Los sabios de Oriente, conocidos
tradicionalmente como los ‘Reyes magos’ fueron a visitar a Jesús después de su
nacimiento (v. 1). Pero no fueron por curiosidad ni porque los hubiese mandado
el rey Herodes. De antemano ellos sabían
que Belén de Judea había sido escogida para ser la cuna del pastor de Israel,
tal como lo había profetizado quinientos
años antes Miqueas (v. 6). Estos hombres
muy seguramente eran astrónomos y tuvieron que andar bastante para conocer al
Rey de reyes.
Una estrella guiaba su camino
hasta posarse exactamente en el sitio donde estaba el niño (v. 9). Al verlo se inclinaron ante Él y lo adoraron; sabiendo a quién visitarían, le ofrecieron
oro, incienso y mirra. Según dice la
tradición: oro como Rey; incienso como Dios y mirra como hombre. Dentro del
ámbito cristiano he escuchado y leído que el oro simboliza la pureza y limpieza
de la persona ante el Señor. El oro se pule ante el fuego y de ese mismo modo
aunque duela somos disciplinados por Dios, puesto que nos quiere ver sin mancha
ni arruga alguna. El incienso la
comunicación, el diálogo, la relación que en verdad tengamos con nuestro
Salvador. Y la mirra es un aceite
balsámico de aroma grato. Somos ungidos por el Espíritu Santo y para Dios somos
el aroma de Cristo (2 Corintios 2:15); los
escogidos por Dios exhalamos grato
perfume para Él: “por eso Dios te escogió a ti y no a tus compañeros, ¡tu Dios
te ungió con perfume de alegría! Aroma de mirra, áloe y canela exhalan todas
tus vestiduras” Salmo 45:7b-8). Es el
Espíritu Santo quien día tras día irá haciendo en cada uno de nosotros su obra
regeneradora. Por eso necesitamos
llenarnos de su presencia para exhalar su grata unción.
Tal vez, estés cansado en tu caminar y has vagado por la vida sin rumbo
determinado, pero hoy quieres llegar ante el Mesías y ofrecerle tu corazón. Y si ya le conoces, ¿qué le quieres ofrecer en
su cumpleaños?
Amado Señor: Quizá también muchos
han venido a postrarse ante Ti desde lejanas tierras; han cruzado desiertos
áridos e inhóspitos y quieren calmar su
sed en tus brazos amorosos. Yo solo quiero
ofrecerte mi vida para que la uses y llevar a otros a tus píes. Gracias Señor
por ser mi Dios, Rey, Señor y Salvador. ¡Te adoramos Señor!
Un abrazo y bendiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario