Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios. Que tu buen Espíritu me guíe por un terreno sin obstáculos.Salmo 143:10.
Lectura: Salmo 143:1-12. Versículo del día: Salmo 143:10.
MEDITACIÓN DIARIA
¡Cuánto nos cuesta hacer la
voluntad de Dios! No es fácil. Muchas veces queremos hacer las cosas de
acuerdo a como lo dice Dios y resultamos haciendo todo lo contrario. El apóstol Pablo nos dice al respecto: “No
entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco”; “Yo
sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa, nada bueno habita. Aunque
deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. De hecho, no hago el bien que quiero, sino el
mal que no quiero” (Romanos 7:15 y 18-19). Reconoce Pablo que ante la naturaleza
pecaminosa somos miserables pero también entiende que Jesucristo nos libra de
todo este peso y exclama: “¡Gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro
Señor!” (Romanos 7:25).
El hacer la voluntad de Dios
requiere aprendizaje; y solamente la vamos alcanzando a medida que vamos
entendiendo, creyendo y aceptando sus mandatos.
Mandatos que están a lo largo de su bendita Palabra. Desde el inicio de mi vida cristiana he ido
aprendiendo que las consecuencias que tenemos cuando no acatamos la voluntad de
Dios, no se hacen esperar; y aun así, soy consciente que me falta mucho todavía. Sin embargo, poco a poco he ido aprendiendo
que para no darnos golpes tan severos, lo mejor es seguir por el camino trazado
por Él. “Que tu buen Espíritu me guíe
por un terreno sin obstáculos”.
Nuestro amado Señor, quiere que
forjemos en nosotros su carácter. El
Señor sudó gotas de sangre al estar directamente en la presencia de Dios Padre,
y entender que le había llegado la hora; tanto que como una súplica expresó: “Padre, si quieres, no me hagas beber este trago amargo;
pero no se cumpla mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42).
¿Estamos
dispuestos a decirle al Señor, que no se cumpla nuestra voluntad, sino la suya?
En el Padre nuestro se repite a diario: “hágase
tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mateo 6:10). ¿Pero sí somos artífices para que su voluntad
sea una realidad?
Amado
Padre celestial: Perdónanos por las veces que te hemos contradicho y por las
bendiciones que nos hemos perdido al no cumplir tu voluntad. Tú conoces nuestra condición y sabes cuán
débiles somos. Por eso Señor, te pedimos
humildemente que nos enseñes a hacer tu voluntad y que tu buen Espíritu nos
dirija con pasos firmes por ese camino que nos tienes trazado. ¡Gracias Buen Señor!
Un abrazo y
bendiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario