jueves, 10 de octubre de 2013

Sus tiempos son soberanos



Pero si le entregas tu corazón y hacia él extiendes las manos,  si te apartas del pecado que has cometido  y en tu morada no das cabida al mal,  entonces podrás llevar la frente en alto y mantenerte firme y libre de temor. 
Job 10:13-15.


Lectura: Job 10:13-19.  Versículos del día: Job. 10:13-15.

MEDITACIÓN DIARIA

¡Cuánta impotencia sentimos al lado de una persona bien enferma!  No tenemos palabras y mucho menos actuaciones que puedan llevar a calmar el dolor del agobiado o de sus allegados.  Eso sentí al visitar con mis cuñadas a unas tías de mi esposo, bastante ancianas. Una estaba de cumpleaños: 97 abriles; la otra postrada en una silla a ratos o en una cama tratando de sobrellevar su enfermedad y el peso de los años (99).  La idea de una de mis cuñadas y la mía por supuesto, era que oráramos por aquellas dos mujeres especialmente, y así lo hicimos. Ellas, junto con otras personas que nos acompañaban recibieron al Señor en su corazón.  ¡Gloria a Dios!   
Al final sentí una paz y gozo indescriptible y recapacité muy para mí que definitivamente los tiempos de Dios no son los nuestros y que a Él no le importa esperar los años que sean con tal de que las personas lleguen a sus píes: “El Señor no tarda en cumplir su promesa, según entienden algunos la tardanza. Más bien, él tiene paciencia con ustedes, porque no quiere que nadie perezca sino que todos se arrepientan” (2 Pedro 3:9).  También aprendí, que dentro de nuestra naturaleza humana, nos sentimos impotentes ante tanto dolor y sufrimiento; pero como dice la continuación de la lectura: “Ciertamente olvidarás tus pesares, o los recordarás como el agua que pasó. Tu vida será más radiante que el sol de mediodía, y la oscuridad será como el amanecer.   Vivirás tranquilo, porque hay esperanza; estarás protegido y dormirás confiado. Descansarás sin temer a nadie, y muchos querrán ganarse tu favor” (vv. 16-19). Estas serán las bendiciones de quien le entrega el corazón a Dios y extiende sus manos hacia Él.
Sin duda alguna el pecado nos aparta de Dios y las consecuencias son: sufrimiento, desasosiego, impotencia e incertidumbre. Pero cuando el rey de Reyes empieza a reinar, la densa oscuridad se transforma en radiante amanecer porque empieza una nueva esperanza. Ya no la de vivir aquí en la tierra como errante, sino la arraigada y sedentaria de la vida eterna, como ciudadano celestial.  Nosotros somos impotentes, pero nuestro Dios es el Dios Todopoderoso quien puede cambiar en un segundo el lamento en gozo y trasportarnos de las tinieblas a la luz.

Amado Señor: Gracias te damos por entender que eres el dueño absoluto de la vida y que para ti, un año es como mil días, y mil días como un año. Tu soberanía Señor, está por encima de los tiempos y las circunstancias. ¡Te amamos Señor y toda la gloria y honra son para ti!

Un abrazo y bendiciones. 

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