Pero yo tropecé, y ellos se alegraron, y a una se juntaron contra mí. Gente extraña, que yo no conocía, me calumniaba sin cesar.Salmo 35:15.
Lectura: Salmo
35:1-28. Versículo del día: Salmo 35:15.
MEDITACIÓN DIARIA
No solamente le pasó al
rey David; también a Job, a Jeremías, y nos pasa o puede pasar a nosotros. Tal vez, muchos sinceramente sí están a
nuestro lado en tiempos difíciles, pero hay otros tantos que al revés: están
esperando el menor tropiezo, para poner su dedo acusador, o para alegrarse y
más bien hacernos el ‘hazmerreír’ o comidilla en los círculos sociales, aun
como dice el versículo del día: con gente extraña que ni siquiera conocemos. De lo que no se percatan, es que estas
actuaciones se pueden revertir.
Recordemos que de lo sembrado, cosecharemos.
En estos casos es donde
poco atendemos y obedecemos, porque
¡cuán difícil es poner la otra mejilla, cuando ya nos han abofeteado la primera! Pero no debemos preocuparnos, porque hay
alguien que abogará y saldrá a nuestro favor.
Aprendamos a
sincerarnos con el Señor y decirle lo que en realidad estamos sintiendo; a Él
no lo podemos engañar. David le decía: “Señor, tú has visto todo esto; no te
quedes callado. ¡Señor, no te alejes de
mí! ¡Despierta, Dios mío, levántate! ¡Hazme
justicia, Señor, defiéndeme! Júzgame
según tu justicia, Señor mi Dios; no
dejes que se burlen de mí. No permitas que piensen: «¡Así queríamos verlo!» No
permitas que digan: «Nos lo hemos tragado vivo»”. (vv. 22-25).
La respuesta del Señor
no se hará esperar; nos contestará igual que a David en sus múltiples
aflicciones: “Pero tú, Señor, me rodeas cual escudo; tú eres mi gloria; ¡tú
mantienes en alto mi cabeza! Clamo al
Señor a voz en cuello, y desde su monte
santo él me responde” (Salmo 3:3-4). Éste
es el Dios que tenemos, el que nos defiende y en vez de martillarnos lo malo,
nos atrae y llena con su amor. No sigamos la máxima de: ‘Al caído caerle’
porque entonces, no obtendremos bendición. Aprendamos más bien, que al caído tenemos que ayudar a levantarlo. Eso es lo que espera Dios que hagamos.
Amado Señor: Gracias
por ser tú quien sales a defendernos cuando los enemigos nos atacan. Gracias porque siempre nos rodeas con tu
escudo protector y no permites que quedemos en vergüenza frente a los
adversarios. ¡Podemos confiar en ti, Señor! ¡Tú siempre nos miras con
misericordia y amor!
Un abrazo y
bendiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario