Prueben y vean que el Señor es bueno; dichosos los que en él se refugian.Salmo 34:8.
Lectura: Salmo 34:1-22. Versículo del día: Salmo 34:8.
MEDITACIÓN DIARIA
Nunca podemos saber
exactamente cómo es una cosa, si antes no la probamos. O si estamos con sed y nos ponen al frente un
vaso con agua refrescante y otro líquido transparente como bebida alcohólica: si
no probamos, no sabremos cuál es la rica agua que necesitamos. Así también cuando nos hablan del Dios
eterno, amoroso y misericordioso no podemos entenderlo, hasta que nos decidimos
a degustarlo y comprobar personalmente si en verdad el Dios
que nos están mostrando es el que dice ser en realidad.
No podemos gozar de tan extraordinarios privilegios, si primero
no nos dejamos cautivar por Él y aceptamos su invitación de ir a cenar juntos
en su mesa (Apocalipsis 3:20). Una vez
ya en su compañía, decirle que le agradecemos y aceptamos todo lo que su amado
Hijo vino a pagar por nosotros.
Reconocer que no somos nada ante Él y que solo por su infinita
misericordia y amor, estamos aquí en este mundo. Hay que tener claridad en que el hecho de aceptarlo en nuestra vida no quiere decir que no vayamos
a pasar necesidades: “Muchas son las angustias del justo, pero el Señor lo
librará de todas ellas” (v. 19).
Al buscarnos
incansablemente el Señor y llevarnos a su redil, evidenciamos su inmensa bondad.
Ya no es porque nos cuenten sino que personalmente pudimos comprobar su
inigualable amor. Ahora nos queda alejarnos del pecado y permitir que el Señor
poco a poco nos vaya regenerando. Para esto pongamos en práctica la recomendación
del apóstol Pedro: “Por lo tanto, abandonando toda maldad y todo engaño,
hipocresía, envidias y toda calumnia, deseen con ansias la leche pura de la
palabra, como niños recién nacidos. Así, por medio de ella, crecerán en su
salvación, ahora que han probado lo
bueno que es el Señor” (1 Pedro 2:1-3 el subrayado es personal). Dejémonos
instruir por su Palabra y cada nuevo día, tendremos que dar cuenta de un nuevo
beneficio de Dios para los que le aman. Comprobaremos también la dulzura de sus
palabras (Salmo 119:103) y cómo vamos creciendo en su gracia por haber buscado
refugio en Él.
Amado Señor: Gracias
porque en verdad tu Palabra es más dulce que la miel y a través de ella, nos
muestras diariamente tu favor. Queremos
deleitarnos en ti, quien eres la fuente inagotable de bondad, ternura, amor,
comprensión, misericordia y perdón.
Un abrazo y
bendiciones.
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