sábado, 28 de septiembre de 2013

Llamados a hacer la diferencia




Muchos son los que dicen: «¿Quién puede mostrarnos algún bien?» ¡Haz, Señor, que sobre nosotros brille la luz de tu rostro! 
Salmo 4:6.


Lectura: Salmo 4:1-8.  Versículo del día: Salmo 4:6.

MEDITACIÓN DIARIA

Lo que nos muestran los noticieros y aun lo que vemos a veces en las calles, o con los mismos vecinos que nos rodean, es maldad sin precedentes.  La intolerancia, irreverencia e intransigencia; los desordenes, apatías, y falta de educación y cultura, dan un vuelco total y se tornan en agresividad general que lleva incluso a asesinar. 
Nosotros los cristianos estamos llamados a dar un paso trascendental en la sociedad; somos los agentes de cambio.  No podemos esperar nada bueno del mundo en que nos movemos, pero sí, aportar las enseñanzas de Cristo en bien de la humanidad.  Por lo anterior es que no podemos quedarnos con escuchar y leer solamente la Palabra de Dios, tenemos que ponerla en práctica; ser hacedores de ella, para que los demás vean en nosotros la luz de Jesús: La que brilla a pesar de la oscuridad, a pesar de las circunstancias.
La sociedad ya está hastiada de tanta violencia; los creyentes somos los portadores de la paz de Dios, de la justicia, del perdón y de la reconciliación.  Todos hemos pecado y todos estamos destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23).  La diferencia de los cristianos con el mundo, es que ya hemos aceptado que la sangre de Jesucristo nos limpie de toda maldad; pero esto no quiere decir que odiemos al pecador y seamos intolerantes con ellos. Tenemos que seguir el ejemplo del Señor: amar al pecador y rechazar el pecado que hay en sus vidas. Dice Pablo que nosotros en otro tiempo éramos igual; entonces, ¿de qué nos escandalizamos?  Si únicamente fue por la misericordia de Dios que ahora somos justos ante Él. “pero ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de luz  (el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad)” (Efesios 5:8-9).
Que nuestra meta sea de ahora en adelante brillar en todo lugar, independientemente de quienes nos rodeen.  En otras palabras: que nuestra vida, sea testimonio fiel de que Jesús mora en nuestros corazones.

Amado Señor: Gracias por habernos rescatado de las garras del infierno. Te pedimos que nos enseñes a practicar tus enseñanzas de modo que reflejemos siempre la luz tuya que no se agota, y está lista para alumbrar al caído independientemente de su situación.

Un abrazo y bendiciones.  

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