domingo, 15 de septiembre de 2013

Su presencia nos fortalece y llena de gozo





No estén tristes, pues el gozo del Señor es nuestra fortaleza. 
Nehemías 8:10b.


Lectura: Nehemías 8:1-12. Versículo del día: Nehemías 8:10b.

MEDITACIÓN DIARIA

Esto sucedió con el pueblo judío que regresó a Jerusalén y fueron testigos de la reconstrucción de la muralla y del templo del Señor.  Al rencontrarse nuevamente con sus costumbres, tradiciones y fiestas después del cautiverio y volver a escuchar el libro de la ley, sus corazones se conmovieron y comenzaron a llorar. Nehemías los anima, diciéndoles que no se pongan tristes, porque el gozo del Señor es su fortaleza.
¿Cuántas veces nos ha sucedido lo mismo?  Hay momentos en nuestra vida que nos invade tanto una tristeza como una alegría y pareciese que se compaginaran. A  la vez  aquello que nos entristece nos lleva a experimentar un gozo indescriptible con el Señor.
Esto ocurre porque al estar íntimamente en su presencia lo oscuro se torna claro y vemos más cerca que nunca su mano alentándonos y cuidándonos. Es la obra del Espíritu Santo que derrama sobre nosotros su unción para llenarnos y darnos el fruto de su alegría. Nos quebrantamos al comprobar las maravillas de su amor, la bondad y ternura para envolvernos en su manto protector y hacernos entender que a pesar de las dificultades, ahí está.  El Dios Inmutable, Todopoderoso y Misericordioso jamás nos ha abandonado estemos donde estemos y como estemos.  Es muy alentador saber que el Señor es la mayor realidad en nuestras vidas.
Personalmente pienso, que si el motivo de mi llanto es porque el Espíritu Santo me quebranta, dejo que se derramen mis ojos ante la majestuosidad de mi Señor.  No solamente es reconfortante; también es una experiencia maravillosa porque es tener la certeza de que el Señor y yo somos uno y su amor jamás me abandonará. 
Permite que el gozo del Señor sea la fortaleza de tu vida. Vivirás un momento inigualable. Es mejor pasar un día en sus atrios que mil fuera de ellos (Salmo 84:10).  El gozo de un instante en su presencia es indescifrable: nos llena, fortalece y nos da la paz que sobrepasa todo entendimiento.

Amado Dios y Señor: Gracias por permitirnos entrar en comunión íntima contigo y experimentar tu esplendor al lado nuestro. Eres Grande, Poderoso e Inigualable.  Te adoramos y te damos toda la honra y la gloria porque solo tú la mereces. Muchas gracias por fortalecernos con tu gozo inagotable.   

Un abrazo y bendiciones.

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