miércoles, 4 de septiembre de 2013

Entrando para adorarle




Digno eres, Señor y Dios nuestro,  de recibir la gloria, la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas; por tu voluntad existen  y fueron creadas. 
Apocalipsis 4:11.

Lectura: Apocalipsis 4:1-11.  Versículo del día: Apocalipsis 4:11.

MEDITACIÓN DIARIA

La belleza y majestuosidad que describe Juan del trono de Dios es asombrosa.  No solo impacta conocer en algo ese trono, sino también entender quién es el Todopoderoso, Rey de reyes y Señor de señores, a quien se le brinda  adoración suprema y pleitesía, porque es el único digno de recibirla.  En verdad, “Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era y que es y que ha de venir” (v. 8).  Esta es la adoración celestial; la que le rinden los querubines del cielo al Señor.  Un gran ejército de serafines y arcángeles en completa rendición ante el trono majestuoso del ‘Gran Yo Soy’. 
Empieza el capítulo con lo siguiente: “Después de esto miré, y allí en el cielo había una puerta abierta. Y la voz que me había hablado antes con sonido como de trompeta me dijo: «Sube acá: voy a mostrarte lo que tiene que suceder después de esto” (v. 1). Impresionante saber que había una puerta abierta; tal vez la puerta que Dios quiere que todos crucemos para estar en su divina presencia y tener acceso igualmente a la adoración que merece nuestro Dios.  Es hermoso saber que para el Señor no hay tabúes ni prohibiciones, si queremos llegar hasta su estrado.  Ese trono no es de humanos donde solamente tienen acceso los de sangre noble.  La nuestra no es noble, pero está impregnada de una con muchísimo mayor valor, porque la del Señor sobrepasa los límites de alcurnia.  Esa bendita sangre fue la derramada para que precisamente podamos seguir por la puerta abierta y con libertad, adorarle como lo merece.

Sí Señor: Eres el Majestuoso Rey y Soberano Dios.  Eres el Único digno de toda honra, gloria y alabanza por los siglos de los siglos.  A ti, toda la adoración y exaltación.  Permítenos entrar por esa puerta, para vislumbrar la hermosura de tu trono y el poderío del Gran Señor. Toda la tierra se rinde ante tu presencia, para decirte que eres el Sublime y Glorioso Dios.

Un abrazo y bendiciones.

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