¡Miren que vengo pronto! Dichoso el que cumple las palabras del mensaje profético de este libro.Apocalipsis 22:7.
Lectura: Apocalipsis
22:7-21. Versículo del día: Apocalipsis
22:7.
¿Cuándo será ese
grandioso día? Su pronto regreso es el deseo de toda la Iglesia de Cristo,
quien lo espera con ansiedad. Y es que
cuando se cumpla ese maravilloso día, el Señor no llegará con las manos vacías,
traerá su premiación con Él; “Traigo conmigo mi recompensa, y le pagaré a cada
uno según lo que haya hecho” (v. 12). El
Pastor supremo nos dará una imperecedera corona de gloria dice 1 Pedro 5:4. Y
Apocalipsis 2:10 nos confirma que el Señor mismo nos la impondrá (apocalipsis 2:10); ¡vale la pena sostenernos
fielmente! ¡Vale la pena cumplir lo
encomendado! Esa ceremonia de coronación
será la mejor y más espectacular. El Rey de reyes, la raíz de David, la
brillante estrella de la mañana ceñirá sobre nuestras cabezas una coronará para siempre; mientras que resonarán las trompetas, los
címbalos y toda la orquesta celestial retumbará alabando y adorando a nuestro
Dios.
“Dichosos los que lavan
sus ropas para tener derecho al árbol de la vida y para poder entrar por las
puertas de la ciudad” (v. 14 en la lectura). Mi deseo es que a través de estas letras, el
Espíritu Santo toque corazones y todos los que siguen este devocional, puedan
lavar también sus ropas en la Sangre del Cordero y participar de tan sublime
celebración.
Las palabras de este
libro son directamente del Señor: “Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el
Último, el Principio y el Fin” (v. 13); “¡Miren que vengo pronto!” ¿Lo crees? ¿Esperas ansioso el regreso del Señor? ¿Deseas
que te corone el Rey de reyes y Señor de señores? Por mi parte lo volveré a
repetir como en aquella poesía que compuse una vez: ‘Pero yo dichosa espero aquel
nuevo amanecer, en que mi Jesús venga y me lleve con Él”. Sí. ¡Ven pronto Señor
Jesús!
Amado Señor: Permite
que nuestros corazones salten de alegría y de ardiente deseo por verte
regresar. Somos tu novia ansiosa que
espera la gloriosa mañana en que nos des tu brazo, para dirigirnos contigo hacia
el altar celestial.
Un abrazo y
bendiciones.
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