domingo, 8 de septiembre de 2013

Las buenas noticias son para compartirlas




Esto no está bien. Hoy es un día de buenas noticias, y no las estamos dando a conocer.  
2 Reyes 7:9.


Lectura: 2 Reyes 7:1-20.  Versículo del día: 2 Reyes:7-9.

MEDITACIÓN DIARIA



Las buenas noticias siempre se comparten. Los hombres de la lectura eran leprosos y resolvieron irse al campamento sirio como última alternativa por el hambre que azotaba a Israel. El rey de Siria tenía sitiada la ciudad de Samaria y los alimentos habían escaseado. Cuando llegaron allí se encontraron que los sirios habían huido dejando todas sus pertenencias regadas; Dios los confundió para librar a Israel de sus manos.  En un principio los leprosos pensaron en tomar solo para ellos el oro, la plata, la ropa y la comida, pero se arrepintieron y resolvieron mejor ir a la ciudad y dar las buenas noticias a todo el pueblo.  
El Señor con su venida al mundo nos trajo muy buenas noticias también, porque nos regaló la salvación.  “Pero el ángel les dijo: No tengan miedo. Miren que les traigo buenas noticias que serán motivo de mucha alegría para todo el pueblo.  Hoy les ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor” (Lucas 2:10-12).  Y si estas buenas noticias ya nos fueron compartidas y hemos experimentado su veracidad, entonces no podemos quedarnos callados. Cada día que empieza es una nueva ilusión para vivir, porque simplemente estamos gozando de la presencia del Señor.  La noticia del nacimiento del Salvador y de lo mucho que podemos ganar con Él, es más que suficiente para estar felices y para guardar una esperanza que nada ni nadie nos puede quitar.  Igualmente como aquellos hombres, es nuestro deber de ir y llevar las buenas nuevas de salvación.
Las buenas nuevas se basan en que Dios se hace hombre; Jesús es Emanuel, que significa Dios con nosotros.  Jesús es el Señor que vino a cumplir una misión: su pasión, muerte y resurrección fue para salvación de la humanidad.  Estas buenas noticias están disponibles para ti, para mí, y para todos los que lo confiesen y crean en su Nombre. 
Si nunca antes lo habías entendido y ahora lo crees, te invito a que lo confieses con tu boca.  Por favor oremos así:

Señor Jesús: Yo confieso con mi boca y creo en mi corazón, que eres el Hijo de Dios hecho hombre y levantado de entre los muertos para salvarme y darme una vida nueva. Hoy decido aceptarte como mi Señor y Salvador personal. Perdona mis pecados y hazme la persona que quieres que yo sea. Gracias Señor por perdonarme y limpiarme. Gracias porque desde ahora en adelante estarás conmigo por siempre. En tu nombre Jesús, amén.

Un abrazo y bendiciones.

No hay comentarios: