¡Me sedujiste, Señor, y yo me dejé seducir! Fuiste más fuerte que yo, y me venciste.Jeremías 20:7.
Lectura: Jeremías 20:7-13.
Versículo del día: Jeremías 20:7.
MEDITACIÓN DIARIA
El profeta Jeremías
tuvo que enfrentar mucha adversidad en el tiempo anterior a la cautividad del
pueblo judío a Babilonia. Su oración al Señor fue de exclamarle: “¡Me sedujiste, Señor, y yo me dejé seducir!”.
La vida cristiana no es como muchos predican: “casa, carro y
beca”; está llena de aflicciones, el Señor mismo lo dijo: “En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al
mundo” (Juan 16:33). Sí, es lo que le sucede a todos los cristianos: estaremos
llenos de problemas, pero tendremos la paz del Señor que sobrepasa todo
entendimiento (Filipenses 4:7).
Bien dicho por Jeremías. Lo considero como las palabras de
Pedro: –¿A quién más iremos Señor? Si solo Tú tienes palabras de vida eterna–
(Juan 6:68). Muy seguramente ha pasado
por la cabeza, dar marcha atrás; decirle como Jeremías: «No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre», entonces su
palabra en mi interior se vuelve un fuego ardiente que me cala hasta los huesos”
(v. 9). El Señor vuelve a cautivarnos y demostrarnos su inmenso amor y no nos
queda más que pedirle perdón y responderle: ¡Me
sedujiste Señor! ¡Me venciste!
Amado Señor: Si no nos dejamos seducir por ti, que eres el
verdadero amor, ¿de quién más? ¿Quién
puede amarnos más de lo que tú nos has amado?
Definitivamente no existe amor mejor, al que tú nos brindas. Nos has
amado con amor eterno y con fidelidad continuas a nuestro lado. ¡En realidad, no merecemos tanto! Estoy
segura que es precisamente por tu gran amor que permites gran aflicción. Si no fuera así, no podríamos ver tu gloria
reflejada en nosotros. ¡Gracias Señor
por seducirnos!
Un abrazo y bendiciones.
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