jueves, 18 de abril de 2013

Dignos de la vida eterna




Pablo y Bernabé les contestaron valientemente: Era necesario que les anunciáramos la palabra de Dios primero a ustedes. Como la rechazan y no se consideran dignos de la vida eterna, ahora vamos a dirigirnos a los gentiles. 
Hechos 13:46.


Lectura: Hechos 13:13-52.  Versículo del día: Hechos 13:46.

MEDITACIÓN DIARIA

La promesa de Dios, de enviar un Salvador se cumplió en el Señor Jesucristo, tanto para judíos como para gentiles: “Nosotros les anunciamos a ustedes las buenas nuevas respecto a la promesa hecha a nuestros antepasados. Dios nos la ha cumplido plenamente a nosotros, los descendientes de ellos, al resucitar a Jesús” (vv. 32-33). Pero como el mismo Pablo les dijo: “Los habitantes de Jerusalén y sus gobernantes no reconocieron a Jesús. Por tanto, al condenarlo, cumplieron las palabras de los profetas que se leen todos los sábados. Aunque no encontraron ninguna causa digna de muerte, le pidieron a Pilato que lo mandara a ejecutar.  Después de llevar a cabo todas las cosas que estaban escritas acerca de él, lo bajaron del madero y lo sepultaron.  Pero Dios lo levantó de entre los muertos” (vv. 27-30).
Indiscutiblemente, el Señor Jesús, es la piedra que rechazaron los constructores y que ha venido a ser cabeza del ángulo (Mateo 21:42a); al rechazar ellos el mensaje de salvación, nos la predicaron, a nosotros los gentiles. ¡Gloria a Dios por las Buenas Nuevas! “Esto es obra del Señor, y nos deja maravillados” (Mateo 21:42b). “Hermanos, descendientes de Abraham, y ustedes, los gentiles temerosos de Dios: a nosotros se nos ha enviado este mensaje de salvación”; “Por tanto, hermanos, sepan que por medio de Jesús se les anuncia a ustedes el perdón de los pecados. Ustedes no pudieron ser justificados de esos pecados por la ley de Moisés, pero todo el que cree es justificado por medio de Jesús” (vv. 26 y 38-39).   Ahí tenemos la solución: El Señor Jesús, nos justifica de todos los pecados cometidos.  Solo nos basta con acercarnos a Él, y aceptarle sinceramente en el corazón, para ser “dignos de la vida eterna”.

Amado Señor: Gracias por habernos mirado con tu ternura, amor y misericordia; por tenernos en cuenta como dignos de la vida eterna a tu lado.  De verdad, que aceptamos tu sacrificio y te decimos que no merecemos tanta bondad.  Pero gracias, buen Jesús por haber muerto en nuestro lugar y saber que con tu resurrección también somos partícipes de la patria celestial.

Un abrazo y bendiciones.

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