En seguida Jesús le tendió la mano y, sujetándolo, lo reprendió: —¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?Mateo 14:31.
Lectura: Mateo 14:22-36.
Versículo del día: Mateo 14:31.
MEDITACIÓN DIARIA
El pasaje nos habla sobre el
Señor caminando sobre las aguas. Pedro, que sobresalía por su liderazgo, se
asustó al igual que sus compañeros creyendo que era un fantasma quien iba hacia
ellos. Todavía eran débiles en su fe y el Señor tuvo que gritarles: “—¡Cálmense!
Soy yo. No tengan miedo” (v. 27). Aún sin creerle Pedro le repica: “—Señor, si
eres tú, mándame que vaya a ti sobre el agua” (v.28). El Señor le dice: “—Ven. Pedro
bajó de la barca y caminó sobre el agua en dirección a Jesús. Pero al sentir el
viento fuerte, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó: —¡Señor,
sálvame!” (vv. 29 y 30). “—¡Hombre de
poca fe! ¿Por qué dudaste?”. Si el Señor
no recurre a ayudarlo, seguro que se deja hundir por su falta de fe.
Al cristiano le sucede exactamente
lo mismo: vive en una continua duda. Muchos tienen al Señor de su vida como un
fetiche; como un fantasma que aparece y desaparece. Y aunque una y otra vez se
escuche su voz diciendo: “¡Cálmate! Aquí estoy yo”, la incredulidad no lo deja
avanzar y mucho menos tomar la decisión de lanzarse al agua. Cuando resuelve
hacerlo la tempestad de los vientos fuertes lo comienzan a hundir, hasta que
por fin reconoce que al otro lado está la mano prodigiosa de Dios y grita
suplicante: “¡Señor, sálvame!”. Y el Señor, nuestro amado Señor, siempre está ahí
presente; listo a ayudar a quien se lo pida, jamás nos abandona y menos a uno
de los suyos.
No sé qué vientos fuertes estén
atormentando tu vida y crees que ya no resistes más y que el hundimiento
llegará indiscutiblemente. Pero no, el
Señor está contigo y no permitirá que las
aguas te sigan cubriendo. Él te
creó y te formó; créele a Él. Su Palabra lo dice: “No temas, que yo te he
redimido; te he llamado por tu nombre; tú eres mío. Cuando cruces las aguas, yo
estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubrirán sus aguas; cuando
camines por el fuego, no te quemarás ni te abrasarán las llamas” (Isaías
43:1-2). Esta promesa es para ti; aprópiatela.
Seguro, el Señor no te defraudará.
Amado Señor: Gracias porque a
pesar de nuestra incredulidad Tú sigues
siendo fiel sin mirar las debilidades y miedos que nos aquejan, porque eres el
Dios inmutable, amoroso y misericordioso eternamente.
Un abrazo y bendiciones.
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