domingo, 20 de enero de 2013

La incredulidad nos hunde



En seguida Jesús le tendió la mano y, sujetándolo, lo reprendió: —¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?  
Mateo 14:31.


Lectura: Mateo 14:22-36.  Versículo del día: Mateo 14:31.

MEDITACIÓN DIARIA

El pasaje nos habla sobre el Señor caminando sobre las aguas. Pedro, que sobresalía por su liderazgo, se asustó al igual que sus compañeros creyendo que era un fantasma quien iba hacia ellos. Todavía eran débiles en su fe y el Señor tuvo que gritarles: “—¡Cálmense! Soy yo. No tengan miedo” (v. 27). Aún sin creerle Pedro le repica: “—Señor, si eres tú, mándame que vaya a ti sobre el agua” (v.28). El Señor le dice: “—Ven. Pedro bajó de la barca y caminó sobre el agua en dirección a Jesús. Pero al sentir el viento fuerte, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó: —¡Señor, sálvame!” (vv. 29 y 30).  “—¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?”.  Si el Señor no recurre a ayudarlo, seguro que se deja hundir por su falta de fe.
Al cristiano le sucede exactamente lo mismo: vive en una continua duda. Muchos tienen al Señor de su vida como un fetiche; como un fantasma que aparece y desaparece. Y aunque una y otra vez se escuche su voz diciendo: “¡Cálmate! Aquí estoy yo”, la incredulidad no lo deja avanzar y mucho menos tomar la decisión de lanzarse al agua. Cuando resuelve hacerlo la tempestad de los vientos fuertes lo comienzan a hundir, hasta que por fin reconoce que al otro lado está la mano prodigiosa de Dios y grita suplicante: “¡Señor, sálvame!”. Y el Señor, nuestro amado Señor, siempre está ahí presente; listo a ayudar a quien se lo pida, jamás nos abandona y menos a uno de los suyos.  
No sé qué vientos fuertes estén atormentando tu vida y crees que ya no resistes más y que el hundimiento llegará indiscutiblemente.  Pero no, el Señor está contigo y no permitirá que las  aguas te sigan cubriendo.  Él te creó y te formó; créele a Él. Su Palabra lo dice: “No temas, que yo te he redimido; te he llamado por tu nombre; tú eres mío. Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubrirán sus aguas; cuando camines por el fuego, no te quemarás ni te abrasarán las llamas” (Isaías 43:1-2).  Esta promesa es para ti; aprópiatela. Seguro, el Señor no te defraudará.

Amado Señor: Gracias porque a pesar de nuestra  incredulidad Tú sigues siendo fiel sin mirar las debilidades y miedos que nos aquejan, porque eres el Dios inmutable, amoroso y misericordioso eternamente.

Un abrazo y bendiciones.

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