martes, 17 de enero de 2012

Un alto para escucharle

Este es mi Hijo amado; estoy muy complacido con él. ¡Escúchenlo!
Mateo 17:5b.

Lectura diaria: Mateo 17:1-13. Versículo principal: Mateo 17:5b.

REFLEXIÓN

Vivimos en un mundo tan caótico y vertiginoso que no hay tiempo para escuchar a nadie: los padres no escuchan a sus hijos, ni los hijos los escuchan a ellos. La misma tecnología a pesar de permitir que las comunicaciones avancen, es al mismo tiempo una barrera entre la comunicación cara a cara. Ya no hay necesidad de llamar el jefe a la asistente porque precisamente para ganar tiempo existe el internet para dirigirla. No es necesario hablar con el dependiente del supermercado porque de igual manera el computador o teléfono puede mandar el pedido; aún si salimos de viaje ya no se necesita el vigilante, las luces se apagan y encienden solas, únicamente con accionar un botón. Por eso cada día será más difícil para el hombre escuchar a Dios.
Sin embargo, nuestro Padre amoroso se las ingenia para que por fin volteemos los ojos hacia Él y comprendamos su amor. Es tanta su preocupación que nos lleva al reposo absoluto o al descanso de unas vacaciones; nos aparta como queriéndonos brindar un momento a solas con Él y que podamos reflexionar sobre su grandeza y majestad. ¿Quién puede decir que no ve a Dios en el murmullo de los ríos o en la belleza de las flores? ¿Quién lo negará ante el porte fastuoso del felino o la fragilidad hermosa de la mariposa?
Como reflexión si queremos ver al Hijo amado de Dios, tenemos que parar y poner oído atento a sus palabras: “Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin” (Ap. 22:13). Jesús, el Verbo que existía desde el comienzo y por el cual fueron creadas todas las cosas, la vida y la luz de la humanidad, está ahí presente y nos habla desde el trinar de los pajaritos hasta en el portento trueno de la tempestad. Hay que escucharle para creer en Él y que el Padre nos tenga por hijos suyos también (Jn. 1:12). “Si mi pueblo tan solo me escuchara”. Sí, si tan solo lo escucháramos podríamos llevar a otros a sus pies.

Señor: ¡Enséñanos a callar y permitirte que nos hables a través de tu grandeza!

Un abrazo y bendiciones.

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