jueves, 26 de enero de 2012

Muerte incondicional por obediencia total

Padre mio, si es posible, no me hagas beber ese trago amargo. Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.
Mateo 26:39.

Lectura diaria: Mateo 26:36-46. Versículo principal: Mateo 26:39.

REFLEXIÓN

No fue fácil para el Señor Jesús en su naturaleza humana, aceptar no solo la muerte sino todo el sufrimiento que le esperaba. Sin embargo, Él se somete al Padre y le dice que no se haga su voluntad sino la suya. Jesús había venido al mundo con una misión que debería llevar a cabo: la redención de la humanidad. Su sangre sería la del Cordero expiatorio quien sería inmolado para que solo bastara ese sacrificio para perdón de los pecados y transgresiones del hombre. El Señor Jesús sabía de antemano todo lo que tendría que soportar: la muerte más cruel y humillante de esa época.
Se refleja el amor del Padre celestial que no le importó dar a su Hijo unigénito para que por medio de Él, entrara la salvación al mundo (Jn. 3:16). Se refleja también, el amor de Jesús reconciliándonos con Dios Padre; nos amó de tal manera que entregó su vida por nosotros para crear una iglesia pura, sin mancha y sin arruga. Por su obediencia, nos constituimos en su novia que espera ansiosa su segunda venida como el Rey de reyes y Señor de señores. “Sí, en ti esperamos, Señor, y en la senda de tus juicios; tu nombre y tu memoria son el deseo de nuestra vida” (Is. 26:8); “Tu gran amor lo tengo presente” (Sal. 26:3a).
Como reflexión, aprendamos de Jesús a ser obedientes cumpliendo su voluntad, para que vivamos de manera digna, agradándole en todo (Col. 1:9-10), “Porque el Señor tu Dios está en medio de ti como guerrero victorioso. Se deleitará en ti con gozo, te renovará con su amor, se alegrará por ti con cantos como en los días de fiesta. “Yo te libraré de las tristezas, que son para ti una carga deshonrosa” (Sof. 3:17-18).

Señor: Gracias porque no merecemos tanto amor de parte tuya. ¿Qué somos para que te acuerdes sin cesar de nosotros? Tu amor incondicional nos abre las puertas de la vida en primavera y ya no importan los vientos borrascosos, porque Tú, estás en medio de ellos acogiéndonos en tu regazo.

Un abrazo y bendiciones.

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