jueves, 8 de septiembre de 2011

Con seguridad siempre a su lado

La bondad y el amor me seguirán todos los días de mi vida; y en la casa del Señor habitaré para siempre.
Salmo 23:6.


Lectura diaria: Salmo 23:1-6. Versículo para destacar: Salmo 23:6.


ENSEÑANZA


El Señor es nuestro Pastor y con Él, nada nos puede faltar. Nos hace descansar en verdes prados; nos conduce a aguas tranquilas para que bebamos de ella y tengamos nuevas fuerzas. Es por su amor, que nos guía a ser justos; precisamente para que su nombre sea exaltado y glorificado. Cuando andamos cogidos de la mano del Señor, tenemos la seguridad que vayamos por donde vayamos, siempre estará a nuestro lado reconfortándonos porque somos las ovejas de su prado (vv. 1-4); estamos en su mano, nadie puede arrebatarnos porque somos su propiedad. “Mi Padre, que me las ha dado, es más grande que todos; y de la mano del Padre nadie las puede arrebatar” (Jn. 10:29). ¡Qué hermoso! No solo nos pastorea y cuida sino que no permite que nada ni nadie nos quite de su lado. Esta es la seguridad de salvación que tenemos; ninguna cosa creada podrá separarnos de su bondad y amor. Romanos nos lo dice muy claramente: “¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro o la violencia? En todo esto somos más que vencedores (Ro. 8:35 y 37). “Porque estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir; ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ro. 8:38-39)

“En la casa del Señor habitaré para siempre”; el Señor ya fue a prepararnos un lugar allí, una morada eterna: “Y el testimonio es éste: Que Dios nos ha dado vida eterna, y esa vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo no tiene la vida. Les escribo estas cosas a ustedes que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que sepan que tienen vida eterna” (1 Jn. 5:11-13). Podemos pasar un tiempo en el desierto; una enfermedad difícil de soportar; crisis de todas las especies: económica, emocional, sentimental, etc., pero perennemente tendremos la seguridad de saber que nuestro Pastor estará ahí presente; no se ha ido ni se irá de nuestro lado. Quizá estemos transitando por un largo túnel y todo parezca más oscuro, pero tenemos la certeza que al final brillará la luz. Quizá no vemos al Señor y estamos cansados y fatigados tratando de recorrer el desierto árido, caluroso y devastador; con hambre, sedientos y fatigados. Le preguntamos al Señor ¿dónde estás, no te veo? Y él responderá: Aquí contigo, te llevo en mis brazos. No te he dejado ni por un instante ni te dejaré porque mi amor y bondad te seguirán a donde quiera que vayas; estás habitando conmigo desde ahora y para siempre.


Este es el Pastor que desea entres a su redil; Él vino a ofrecerte bondad, amor, gozo y una vida eterna. La manera de conocerle es entregándole tu vida para que sea el mismo Señor quien te vaya dirigiendo por su senda. ¿Quieres hacerlo? Con una pequeña oración puedes lograrlo. Te sugiero una como esta:


Amado Jesús: Entiendo que eres el Pastor inigualable, que deseas que venga a ti para saciarme de tu amor y bondad. Reconozco Señor que soy pecador y te pido perdón por ello; toma mi vida, te la entrego para que seas tú gobernándola a través mío. Te doy gracias por permitirme conocerte y tenerte como mi Señor y Salvador. También te doy gracias por perdonarme y limpiarme de toda maldad y darme la vida eterna juntamente contigo. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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