martes, 27 de septiembre de 2011

Lecciones para tener en cuenta

Entonces Eliseo envió un mensajero a que le dijera: “Ve y zambúllete siete veces en el río Jordán; así tu piel sanará, y quedarás limpio.
2 Reyes 5:10.


Lectura diaria: 2 Reyes 5:1-27. Versículo para destacar: 2 Reyes 5:10.


ENSEÑANZA


En la lectura del día hay tres acontecimientos que me llaman la atención y los cuales les quiero compartir: el primero se trata del menosprecio surgido por Naamán hacia el profeta Eliseo porque este no salió a recibirlo con las pompas que él esperaba; pues se creía mucho más como oficial del rey de Siria, que frente a un viejo calvo que por lo visto no significaba gran cosa y a quien ni siquiera vio (vv. 11-12). Al final, Naamán se dejó aconsejar por sus súbditos y obedeció lo mandado por el profeta. Fue tan simple quedar sano que solamente le bastó zambullirse siete veces en el río Jordán y quedar completamente limpio de su lepra (vv. 13-14). Comprobó por sí mismo, lo fácil que es para Dios producir un milagro y la complejidad del ser humano para aceptarlo. Comprobó también, que Dios no necesita de tanta algarabía para hacer su obra cuando a Él le place.

Lo segundo se refiere a lo incrédulos que somos: “hasta no ver, no creer” (v. 15). El ser humano generalmente se porta como Tomás: “muéstrame quién eres y yo te seguiré”. Gracias Señor porque tu misericordia y amor no tienen límites y tú no obras con rencores ni amarguras como lo hacemos nosotros. A Dios no le importa utilizar todos los medios posibles con tal de conseguir las almas para Él.

Por último, lo de siempre: el amor al dinero reflejado en Guiezi el criado de Eliseo, al alcanzar a Naamán y con mentiras hacer que le entregara parte del presente que el profeta no le recibió; Guiezi quería sacar partido de la ofrenda sin consentimiento de su amo movido por la avaricia que había en su corazón (vv. 20-24).

Como conclusión, Dios obra cuando quiere y no pide prebendas por sanar. Igualmente cabe destacar dos hechos producidos a raíz de estos acontecimientos: Naamán volteó los ojos hacia el Dios Altísimo de Israel, reconociéndolo como el verdadero Dios (v. 15). Guiezi por su parte, sufrió los efectos de su codicia y la lepra no solo se le pegó a él sino también a sus descendientes (v. 27).


Tú puedes comprobar también quién es en verdad Jesús de Nazaret si le entregas tu vida para que Él la maneje. Lo puedes hacer con una corta oración como esta:


Señor Jesucristo: Yo te necesito. Te abro la puerta de mi corazón para que seas mi Señor y Salvador. Perdona mis pecados y toma el control del trono de mi vida para que hagas de mí, la persona que deseas que yo sea. Gracias Señor por perdonarme y darme la vida eterna contigo. Amén.


Un abrazo y bendiciones.

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